¿Cafeteras artesanales con jícaras? Así es. A pesar de que el plástico, el metal y otros productos industrializados han ido reemplazando poco a poco la tradición de utilizar jícaras en la cocina, este emprendimiento busca revalorizar su uso.
Pocos saben que las jícaras nacen de un árbol ornamental, que se conoce como Crescentia alata, cujete o jícaro y era considerado sagrado.
El jícaro crece de manera silvestre en zonas tropicales desde México hasta el Amazonas, pero actualmente es muy difícil de encontrar y la gente está perdiendo su valor de identidad.
Las jícaras tienen una tradición ancestral en la cultura maya. Por ejemplo, según Alejandra Poot Yam, socia fundadora de Canixa, cafeteras artesanales, las más pequeñitas las utilizaban para las ofrendas de Día de Muertos o para entrenar a los bebés para que aprendieran a comer y a beber.
Las jícaras más grandes generalmente se usan para hacer atole, ya que en ellas se diluye la masa cruda y se pone a hervir y después, para que se vaya enfriando.
También se cuelgan del techo de la cocina para que los animales no alcancen la comida y como un resguardo temporal para que se pueda consumir durante el día, ya que además la mantiene fresca.
Por último, a cualquier persona que llegara a una casa maya se le ofrecían bebidas refrescantes como pozol, tejate o horchata; pulque, mezcal o tequila. También café, atole o chocolate.
En las jícaras grandes preparaban sopa de chaya con gorditas de pepita molida con limón y chile habanero. De ahí se despachaba a jícaras más pequeñas.
Otro uso común, era echarle agua a la ropa durante el lavado y bañarse, creando la expresión “de a jicarazo”, cuando tenemos que tomar agua de algún recipiente y verterla sobre nosotros con otro recipiente más pequeño.
Desgraciadamente, las personas están perdiendo estas y otras tradiciones invaluables y están derribando los jícaros por considerarlos inútiles.
“Creo que la única razón por la que mantienen las jícaras en la cocina es porque todavía son muy útiles para las ofrendas, pero en general la gente ya no las procesa, tampoco las cultiva. Parte de lo que hacemos es recuperar su uso”, dice Suliana Canul, cofundadora de Canixa.
La idea de Canixa, Cafeteras Artesanales, nació en 2016, sus fundadores, Basilio Velázquez Chi, Suliana Canul Xix y Alejandra Poot Yam lo iniciaron después de que él colaboró con estudiantes del Tecnológico de Felipe Carrillo Puerto en sus residencias profesionales.
Suliana y Alejandra eran dos de esas estudiantes que se enamoraron de los proyectos comunitarios de Basilio y decidieron apoyarlo con talleres de capacitación en las comunidades, por lo que, poco a poco se familiarizaron con temas de emprendimiento social.
Con Canixa, Basilio, Alejandra y Suliana están rescatando el uso de la jícara, pues inventaron estas cafeteras inspiradas en módulos artesanales de extracción de café que vieron en Costa Rica, lo que dio lugar al primer modelo, Chuulub café.
Este modelo fue presentado con éxito ante la Academia Mexicana del Café y a partir de este prototipo, diseñaron los otros tres, elaborados justamente con jícaras, barro y madera.
Las cafeteras utilizan la tecnología del chorreador que se sostiene de una base de madera sobre una taza de barro u otra jícara. El café se cuela, además, con filtros hechos a mano y reutilizables.
Su funcionamiento es simple: se cuelga la bolsita de manta donde se introduce el café previamente molido al que se agrega agua caliente. Este chorrea sobre la taza de barro o jícara que a su vez se encuentra sobre una base de madera.
A este tipo de café se le conoce como café de talega, o, según Alejandra Poot, “Creo que por el norte se le conoce como café de calcetín”.
Ni la jícara ni la madera tienen un labrado especial para darle una forma estándar, por lo que todas las cafeteras son distintas y únicas.
Basilio nos cuenta que en Cafeteras artesanales Canixa los tres socios diseñan todo el proceso, desde las finanzas, hasta la promoción de productos en alianza con las asociaciones comunitarias.
“Buscamos ayudar a mejorar la economía local, además de rescatar el uso de las jícaras, recuperar los espacios donde la gente genera sus propias alternativas económicas”.
Los medios de vida en las comunidades se han ido perdiendo porque mucha gente se va a trabajar a las zonas turísticas porque no encuentra maneras de sostenerse.
Y no todo se queda en las jícaras, Canixa también comercializa las tazas de barro, elaboradas a mano por mujeres indígenas de Tenango del Valle, en Chiapas.
También promueven el consumo de café de pequeñas comunidades y trabajan con cooperativas de Oaxaca, Puebla y Veracruz, sobre todo, para fortalecer la labor de productores locales.
Don Félix Moo, por ejemplo, se dedicaba al carbón, pero tenía mucho acceso a madera o leña, entonces ahora él gestiona la madera que puede servir para las bases de las cafeteras.
“Yo no soy un artesano, pero tengo un tallercito de carpintería con lo básico, una sierra, una motosierra y una lijadora así como algunas cosas rústicas”.
“Yo me dedicaba al carbón y me pidieron unas muestras pues se me quedaba pasmada mucha madera, que ellos me comentaron que se podía aprovechar. Me gustó mucho la idea y empezamos a trabajar desde 2017”.
Esto representa para Don Félix una forma de generar ingresos extra a su actividad principal. Él además es campesino y apicultor y la carpintería la tiene como actividad complementaria.
También está el caso de Florentina Can Chi, que representa a un grupo de mujeres bordadoras que confeccionan todos los filtros que Canixa usa tanto para cafeteras como para infusores.
“Soy artesana de bordado, ama de casa, cocinera tradicional y sanadora maya. También tengo mi jardín botánico, pero desde que estoy con Canixa mi economía ha mejorado. Ahora puedo tener cría de pollos y puerquitos con este ingreso más fijo”.
Según Suliana Canul Xix, la marca proviene de sus apellidos “Can” de Canul y “Xix”, que al unirse forman la marca “Canixa”.
“Ambos apellidos son mayas e históricos. Canul, quiere decir “Cabeza de serpiente” y fue una región de dominio o linaje en la cultura maya”.
Por otro lado, Xix significa residuo, lo que queda en el fondo de un recipiente, como el residuo que queda después de colar el café.
Si quieres conocer mejor esta iniciativa y comprar sus productos, visita su página de Facebook, o si andas por Quintana Roo, busca sus puntos de venta en Chetumal, Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y en Mérida, Yucatán.
Y si quieres conocer otros proyectos comunitarios interesantes, mira esta iniciativa de las Mujeres de Humo, en Papantla, Veracruz, aquí.