Seguramente has utilizado las salsas madre de la cocina francesa pues éstas y sus derivadas son la base de la mayoría de los platillos y algunas han trascendido a otras cocinas, como la bechamel, que se ha convertido en un básico, por ejemplo, para lasañas italianas.
De estas cinco salsas madre, hay diez derivados de los cuales, a su vez, se desprenden muchas otras variantes. Pero vamos por pasos…
La combinación es simple: mantequilla, harina y leche. Las primeras dos deben componer la mitad del peso total y el resto es líquido. O sea…. que por cada taza de leche debes usar media de mantequilla y media de harina.
Primero se derrite la mantequilla, después se agrega la harina y se revuelve muy bien para que no hayan grumos. Termina con la leche, baja el fuego y no dejes de mover hasta que no tenga la consistencia que quieres.
Ahora sí, con la base de la bechamel podemos preparar:
La salsa Mornay es una salsa bechamel a la que se le agrega yema de huevo y queso rallado que varía según el país, como el gruyére o el emmental en Suiza, el Parmesano o grana padano en Italia.
Se utiliza mayormente en recetas que incluyen hortalizas, pescados y mariscos, pero sobre todo para hacer gratinados.
En esta variante, se agregan a la salsa Bechamel cebollas, azúcar y nata. Se llama así en honor a un comandante del Ejército Francés.
Tradicionalmente, es una salsa tamizada, pero si deseas que el sabor a cebolla sea más intenso, hay que batirla hasta que quede homogénea. Se suele utilizar con costilla de res o cerdo, pollo, o lomo de ternera.
La gastronomía francesa es tan amplia, influyente, delicada y deliciosa, que fue la segunda en ser nombrada Patrimonio Inmaterial de la humanidad por la UNESCO. La salsa bechamel y derivadas son uno de sus pilares. Y si se te antojó preparar una buena receta francesa, pasa por aquí.