En México, cuando decimos la palabra itacate generalmente nos referimos a la comida para llevar pero en Tepoztlán, más allá de ser eso, también es un antojito callejero hecho con masa de maíz preparada.
Aunque saben muy bien solitos, estos triángulos garnacheros también pueden llevar en su interior guisados con hongos, flor de calabaza, carnita o cualquier cosa que haya a la mano.
Antiguamente, los jornaleros que trabajaban el campo se llevaban su itacate con la intención de que no pasaran hambre durante sus horas fuera de casa. Esta colación variaba de acuerdo a la región del país y necesitaba tener dos características: ser fácil de transportar y práctica para comer.
En Tepoztlán, las cocineras -quienes generalmente eran encargadas de preparar los alimentos- diseñaron un triángulo de masa que se cocina en el comal donde se almacena el guisado del día sin enfriarse demasiado.
Aprovechan el nixtamal y le agregan queso rallado, sal y manteca para hacer una mezcla más sabrosa; igual que con el resto de los antojitos, le dan forma y después lo ponen a cocinar en el comal.
Una vez listo, se hace una hendidura en uno de los lados para abrirlo en cono. Esta es la diferencia primordial con las tetelas, un antojito oaxaqueño que en lugar de abrirse se rellena desde crudo y cuyas esquinas son más puntiagudas.
Aunque no niega su contexto prehispánico, el itacate de Tepoztlán es una garnacha muy mestiza.
Utiliza ingredientes de la región que se introdujeron a América con la Conquista y algunos dicen que debe su forma a la santísima trinidad pero no hay ninguna fuente documentada que lo asegure, además de que en otras latitudes de Morelos pueden encontrarse de diversas formas.
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