Son pocos los ingredientes que aportan tanto sabor y potencia a los platillos como el ajo pero hay que aceptarlo: comer en exceso -o sin saber algunos trucos- tiene su precio y en este caso hablamos de repetir.
¿Te ha pasado que pasas tooooodo el día recordando esa sopita, quizás la salsa o el guisado? ¿El aroma de tu comida te sigue aún después de que pasaron horas de que desapareció de tu plato? Si respondiste afirmativo a alguna de las dos preguntas, todo esto te interesa:
El ajo segrega dos sustancias llamadas alicina y alilo. Ambas se encuentran en todos los bulbos -cebolla, poro, echalote- y son los responsables del aroma que percibes en ellos, además de que también son las que te hacen llorar cuando las cortas. El ajo tiene una concentración mayor que el resto y tiene una permanencia de 18 horas, es decir, puede pasar medio día y el olor sigue si no tienes los cuidados de higiene bucal correctos.
Al mismo tiempo, es un ingrediente alto en fructanos, es decir, cadenas de carbohidratos únicamente compuestos por fructosa. El sistema digestivo no es capaz de desdoblarlas así que le toca a las bacterias de la microbiota deshacerse del problema: la solución es fermentarlos y en ese trámite se liberan gases que deben salir por algún lado.
Entonces ¿es imposible no repetir? Claro que no! Aquí te van algunos trucos:
Antes de que lo vayas a incluir en tus recetas pártelo por la mitad, te darás cuenta que el corazón es una especie de tirita blanca o verde que crece dentro de cada diente. Retira todo y ahora sí, pícalo, machácalo o agrégalo completo.
El motivo por el cual este truco funciona es porque ahí está la mayor concentración de fructanos y almidones que el intestino no puede digerir. El resto del fruto tiene sabor e intensidad pero no tanto como para incomodarte.
Si sueles comer el ajo a mordidas te tenemos una mala noticia: estás condenado a un aliento intenso todo el tiempo que dure este bonito hábito.
Cocinar los alimentos los desnaturaliza, esto quiere decir que el calor transforma sus propiedades para que el cuerpo los pueda absorber de manera correcta.
Hay una cosa que nos encanta de los bulbos: duran muchísimo tiempo en refrigeración así que pueden pasar meses sin que se echen a perder.
Peeeero aquí hay una trampa: entre más viejo sea, más difícil será para el cuerpo digerirlo. Opta por lo más fresquito y te aseguramos que dejarás de sufrir.
Compra tus ajos frescos, pélalos y cocínalos a fuego muy bajito en aceite hasta que los cubra completamente durante aproximadamente 30 minutos.
Los dientes no deben tomar color ni volverse crujientes, más bien mantener su blanco y suavizarse. Este truco te servirá porque el ajo tendrá dos cocciones y nos dejará comerlo sin repetir; además, es una forma de agilizar la hora de cocinar pues ya lo tendrás listo para usarse.
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