La mayoría de las historias de los grandes chefs del mundo tienen un origen común: aprendieron a amar su oficio desde la infancia con sus madres, tías o abuelas. Estos son buenos días para rendir homenaje a aquellas que no solo motivaron a soñar a sus hijos sino que también son clave en la gastronomía mexicana.
Inspiradoras, tenaces y con una cocina reconfortante. Te presentamos a cuatro mujerones que han logrado que sus platos de cuchara, guisados y hasta creaciones frescas sean un abrazo para cualquiera que los pruebe. De madres a profesionistas, de chefs a figuras de autoridad. Ellas construyeron un hogar donde solo habían ingredientes.
La profesionalización en las cocinas es un concepto absolutamente romantizado: detrás de las grandes estrellas de rock hay historias de mucho esfuerzo y trabajo que, como todo, tiene sus compensaciones y sus sacrificios.
En México, la jornada laboral de un cocinero es de 12 horas diarias en promedio con un día de descanso a la semana que generalmente sucede cuando las demás personas trabajan. Quienes se dedican al servicio saben que encontrar un equilibrio entre la vida personal y la profesional es un reto difícil pero no imposible.
Por eso rendimos un tributo a las mujeres que salieron de sus casas -ya sea por vocación o por necesidad- para llevar comida a sus mesas y darle una mejor vida a sus hijos llevando también, comida preparada por ellas a las mesas de sus comensales.
Embajadora de la gastronomía de Guerrero y también vocera de aquellas cocineras tradicionales que dan vida a platillos como el cuche, el pozole, mole rosa y todas las delicias del estado.
Susana no solo ha promovido los ingredientes y tradiciones de su estado sino que, junto a su hijo Eduardo, han construido un legado gastronómico en el Puerto de Acapulco.
Ella es famosa por dirigir la banquetera más importante de la región y posicionar a la ciudad como un destino de bodas; él, por su parte, aprendió de su mamá el amor por los aromas y sabores y es chef de los restaurantes Zibu y Mario Canario.
Lalo nos platica que desde pequeño le encantaba ver cómo llegaban los pescadores a su casa con el producto más fresco que su madre, después transformaba en cosas deliciosas.
De la cocina de mi mamá cuando era niño me acuerdo del clemole, un caldo hecho con tomate verde y el salpicón con rábano. La vida nos dio la oportunidad de conocer juntos las cocinas de otras latitudes y experimentar con todo tipo de ingredientes.
Ella es la propietaria del Restaurante El Bajío, un establecimiento con más de 40 años de historia ubicado en Azcapotzalco; cocinera y escritora, madre, veracruzana, empresaria, coleccionista de arte, promotora de la cocina mexicana tradicional y verdadera conocedora de los secretos más recónditos de la perfecta hospitalidad.
Su sopa de fideos y las tortitas de huauzontles con mole hacen de este mundo un lugar mejor y sin duda fueron inspiración para su hija María Teresa, que siguió sus pasos y hoy es una gran repostera, panadera y líder de Sal y Dulce Artesanos.
Titita no sabe estar quieta. Alegre y platicadora, sabe que la prioridad en su vida son sus restaurantes y su familia. Ha sabido equilibrar el trabajo y su vida íntima de tal suerte que su testimonio es inspiración para los cocineros y restauranteros mexicanos.
En casa de los Vázquez Lugo siempre existió la tradición de cocinar en casa como un pretexto para convivir y compartir. Esta fue la misión de Elenita Lugo, que, junto a su marido, tenía un restaurante cuando Gerardo era pequeño. Hoy, por el esfuerzo y trabajo en familia, Nicos es uno de los más importantes de cocina tradicional mexicana.
La relación en Nicos de Elenita y Gerardo va mucho más allá de lo laboral; hay una complementación y empatía que hace que todo funcione a la perfección.
El plato favorito del hijo de Elenita Lugo es la sopa de mariscos, una receta de su abuela que su madre mejoró. Es cálido, se comparte y toma mucho tiempo para prepararse.
El chef de Pasillo de Humo no pudo tener mejor inspiración para hacer comida oaxaqueña que su madre, Celia Florián. Ella fue quien dio voz a las cocineras tradicionales de Oaxaca y hoy hace magia en su restaurante Las Quince Letras.
Los padres de Álam abrieron este restaurante cuando él era pequeño y estaba pared con pared de su casa. Nos platica que, aunque ser restaurantero es un trabajo absorbente, su madre nunca lo desatendió y siempre se sintió protegido por ella.
Celia le enseñó desde lo más básico y hoy en día sigue siendo un pilar fundamental en su carrera gastronómica. El platillo favorito de Álam Méndez es el mole almendrado que prepara su madre y confiesa que nunca le quedará tan bueno como a ella.
¡Feliz día de las madres!