“¿Están listos para tomar apuntes de la receta de la tinga? A ver, anoten los ingredientes”. Era 1967 y Chepina Peralta comenzaba su carrera frente a las cámaras de televisión, la estufa, las cacerolas y millones de televidentes. Ni chef, ni cocinera, en aquellos tiempos Chepina preparaba los alimentos como muchas amas de casa de la década de los 60: “por obligación”.
La primera conductora de un programa de televisión de cocina en América Latina recuerda esos años con risas pícaras, anécdotas íntimas y una voz que se quiebra de vez en cuando porque le conmueve viajar en el tiempo.
“En el momento en que yo escuchaba ‘Silencio. Cámara. Vamos al aire’ o se prendía el foco de ‘Grabando’ en el programa de radio yo sentía una sensación de gozo revuelto con responsabilidad”, cuenta Chepina Peralta. “El sentir que en ese momento llegaba a miles de casas y de personas… Sentía un gran respeto”.
En realidad no fueron miles de personas, sino millones. Con 7 mil 300 programas de televisión y 9 mil de radio, Chepina Peralta llegó a los hogares de 81 millones de personas.
El candor y la claridad de Chepina frente a las cámaras, esa facilidad para explicar una receta -desde los ingredientes hasta el procedimiento- y la familiaridad con la que se dirigía a sus televidentes la convirtieron en una mujer entrañable y muy importante en los medios de comunicación.
La conductora de Sal y Pimienta, el programa que se transmitía por Imevisión (cuando aún no existía TV Azteca), se dio cuenta del poder de los medios y de la responsabilidad que significaba estar frente a una cámara y hablarle a millones de hombres y mujeres.
Entonces decidió entrarle a la cocina en serio. Ya no sería solo una ama de casa que pretendía preparar alimentos en televisión durante 15 minutos. Sería una cocinera de verdad que aprendería de sus amigos chefs en cocinas, en aulas, viajes, cursos; absorbería la belleza y practicaría las técnicas de las cocinas mexicanas; se preocuparía por el tema de la salud y la nutrición y no se cansaría de comunicar este mensaje a sus televidentes: comer bien es importante.
Entre guisos, Chepina transmitía sus conocimientos de nutrición. Estaba convencida de que “la salud sale de la cocina” y “todas las enfermedades entran por el estómago”.
Cuando quedó a cargo de la producción completa de su programa, ella escogía las recetas que compartía con su público. Chepina cuenta que siempre viajaba con una grabadorcita para registrar todo lo que veía, escuchaba y probaba. De pronto le llegaba el hambre, el antojo, y ella sabía que era el momento perfecto para diseñar su próximo programa.
Lucía Josefina Sánchez Quintanar –el nombre completo de Chepina-, hoy de 87 años de edad, recorrió unos 240 mercados en todo México, hizo turismo gastronómico y salió con sus cámaras a varios estados de la República para conocer sus cocinas y su gente. En esta tierra se enamoró del tequila y los escamoles; en otras latitudes, del vino tinto y el oporto.
“Si hubiera un valiente que me pusiera en televisión hoy, lo volvería a hacer”, dice convencida. “La cocina me hizo una mujer famosa, muy feliz. Aproveché mi inteligencia al máximo (…) Las mujeres se dieron cuenta que una ama de casa puede ser feliz, una señora medio loca, que pueden estudiar… Yo lo sabía por las cartas que me enviaban”.
A Chepina se le quiebra la voz.
Llora.
Sabe que fue una mujer afortunada y lo agradece.
“¡Ay! ¿Ya les llegó por la cámara dos el olorcito de canela de la tinga? ¡Qué bárbaro!”
Chepina Peralta falleció de causas naturales el 2 de abril; sin embargo deja un legado que será inolvidable. Abrir camino dentro de la televisión no solo mexicana, sino latinoamericana fue fundamental para todos los programas que hoy conocemos.
Ninguno de los programas o reality shows referentes a cocina serían posibles -o tal vez sí-, pero hubiera llevado mucho más tiempo.