A veces pareciera que se agotan las opciones para comer variado todos los días y repetimos, una y otra vez, la misma receta que ya sabemos que queda bien. Saber cocinar alubias y hacerse amigo de esta legumbre nos puede sacar un poco de esa cotidianeidad pues es más versátil de lo que parece.
Son primos -muy cercanos- de los frijoles y los ayocotes, por eso comparten muchos de sus beneficios como ser semillas altas en proteínas y carbohidratos complejos. Aunque las más populares son de color blanco, también se encuentran en tonos oscuros e incluso en forma plana.
Lo más valioso de este ingrediente es la textura cremosa que adquiere una vez que se cocina correctamente. Sus sabores se complementan bien con lo salado y lo ácido, así que prácticamente la puedes usar en todo.
Primero que nada debes remojar en agua mineral de 12 a 14 horas. Cuando decimos mineral nos referimos a agregar un poco de sal (digamos media cucharadita por litro) o bien, aprovechar aquella que tiene gas. Ambas opciones funcionan.
Notarás que, con el paso del tiempo, se hidrataron y son más suaves. Enjuaga bien y coloca sobre una cacerola donde quepan dos terceras partes más de agua que lo que tienes de alubias para comenzar a cocinar.
Hay que moverlas recurrentemente para que no se peguen a la olla pero nunca metas una cuchara porque las semillas se rompen y se bate todo. Procura siempre hacerlo con las asas o el mango de las cazuelas.
Al probar unas buenas alubias, deben pegarse al paladar y romperse. Aquí se encuentra la diferencia con los frijoles, y, en contraste con la textura terrosa, la sensación será suave y untuosa.
Cuando cocinas alubias tardarán en estar en su punto aproximadamente una hora y media a fuego bajo. Es importante hidratarlas si se quedan sin agua y sazonar muy bien pues absorben mucha sal.
Si alguna vez has escuchado de la famosa fabada, déjanos platicarte que su ingrediente principal es una variedad de esta legumbre que se cocina con un sofrito de cebolla aromatizada con pimentón y azafrán para acompañarse con embutidos como el chorizo y la morcilla.
Esta receta es más ligera que las demás porque no aprovechamos toda la grasa de los embutidos así que tu sistema digestivo te lo agradecerá.