Con la Conquista llegaron a México no solo nuevos ingredientes de otros continentes, también vino la evangelización y con ella se construyeron iglesias, recintos y conventos. Estos últimos son lugares en los que habitan monjas, que además de tener una encomienda religiosa también fueron autoras de preparaciones culinarias únicas y exquisitas.
En España, estas mujeres que consagran su vida a Dios cocinaban como forma de agradecimiento a sus benefactores. Habían pasteles, bebidas, dulces y toda suerte de guisados; sin embargo, con el tiempo esta actividad se transformó en una manera de obtener recursos y así lograr su propia manutención.
Puebla es uno de los lugares en donde se establecieron una cantidad importante de conventos. Y aunque no lo creas, algunos de los platillos que hoy son considerados una tradición mexicana nacieron en sus cocinas.
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Entre el siglo XVII y el XIX se desarrollaron ciertos platillos en buena parte gracias la dedicación y tiempo de las monjas. A este momento se le conoce como cocina barroca del virreinato y fue cuando tomó forma lo que hoy es la cocina tradicional mexicana.
De las preparaciones saladas sabemos que los romeritos, chalupas, tortitas de camarón, manchamanteles, chiles en nogada y mole poblano fueron creados en este tiempo. ¡Qué tal!
A pesar de esto, la cocina dulce siempre fue un menester encargado a las manos de mujeres así que no podían faltar todos esos postres y preparaciones en los conventos.
¿Sabías que de las las carmelitas descalzas provienen las recetas de la fruta cristalizada? ¡Sí! ¿O que la congregación de las Clarisas son las autoras de las tortitas de Santa Clara? También, las madres Regina Coeli son las creadoras de los famosos suspiros y las jaleas de granada.
Existen otros muchos ejemplos, entre ellos aquellas figuritas con forma de frutas pequeñas y coloridas. Están hechas de distintos ingredientes como la leche quemada, mazapán compactado, almendra o pepita.
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Ya que estamos en esto no olvidemos el clásico jamoncillo, un dulce hecho por las monjas agustinas a partir de la mezcla de azúcar, yemas de huevo, vainilla, canela y almendra.
Los camotes se crearon en un convento y según cuenta la leyenda todo se trató de un error. Sí, se dieron cuenta que al cocer este tubérculo junto con piña y agregándole azúcar podían moldearlo y disfrutarlo como postre.
Tampoco dejemos de lado los famosos molletes poblanos, que son completamente diferentes al platillo salado que lleva el mismo nombre. Estos también fueron creados por las monjas clarisas y es un bizcocho con sabor a vainilla que tiene una forma similar a las conchas pero se rellenan con crema pastelera y se adereza con dulce de pepita.
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De la misma congregación nacieron los rompemuelas, que son una especie de muégano que toma su nombre por su consistencia dura. Entre sus ingredientes están el coco, maíz tostado, piloncillo y caramelo.
Por último, pero no menos importante están los famosos buñuelos. Si bien se disfrutan en la gastronomía árabe, en México tuvieron su propio protagonismo; las monjas establecidas en Oaxaca y Puebla perfeccionaron la receta como hoy la conocemos para lograr un confite con manteca y bañarlos en un jarabe que tienen entre sus ingredientes anís, piloncillo y vainilla.
Entre las leyendas que existen alrededor de este dulce postre existe aquella que menciona que el recetario de Sor Juana Inés de la Cruz guarda entre sus páginas la receta original.
Por otra parte están los conventos veracruzanos, que han hecho grandes aportaciones al mundo de los dulces típicos. ¿Su especialidad? Los dulces de pepita de calabaza que se muele hasta dejarla muy fina; a esta se le añade azúcar, clara de huevo y colorantes vegetales. Con esta especie de masa se moldean figuras y las monjas tienen una gran habilidad.
Las cocadas también provienen de un conocimiento de monjas y llegó de España, se dice que fueron creadas en un monasterio de Sevilla y su receta llegó a México con la Conquista.
Por último, otra herencia española que a su vez proviene de los árabes son los alfeñiques, dulces hechos a partir de una pasta de azúcar de caña mezclada con vainilla, clara de huevo y limón.
De esta receta se desprende la tradición de las famosas calaveritas de azúcar y también se moldean otras figuras que en estados como Guanajuato son comunes encontrar.
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