Una bebida como el té, que se ha consumido en el mundo por más de cinco mil años requiere de múltiples rituales a la hora de beberla.
Ya desde el año 760 a.C., Lu Yu escribió la famosa obra Cha Ching, conocida como el libro sagrado del té. En él, no sólo expone su teoría que dicta que es un símbolo de armonía universal entre todas las cosas, sino además detalla en diez capítulos sus orígenes, métodos de cultivo, tipos de preparación y formas de disfrutarlo.
Fue a partir del Cha Ching que el té comenzó a consumirse en Japón promovido por el emperador Taisung quien apoyó las enseñanzas de Lu Yu y difundió su consumo en el imperio nipón.
Pero fueron los monjes budistas zen quienes popularizaron la infusión de la Camellia sinensis y gracias a ellos, el té y sus costumbres comenzaron a abrirse paso en el mundo.
Este ritual comenzó en el siglo XIII pero ha ido evolucionando con el tiempo. Se celebra en una casa de bambú conocida como chashitsu y sus protagonistas son el teishu –maestro- y el matcha, un té verde en polvo que se mezcla en un bowl con agua caliente y un colador también de bambú.
Se trata de una reunión en donde todo tiene la mayor importancia, desde la vajilla, los aromas, los arreglos florales, la porcelana hasta la comida y la conversación.
“La ceremonia del té requiere años de entrenamiento y práctica… sin embargo, el conjunto de este arte y su detalle, significa que no hay más allá que hacer y servir una taza de té. La cuestión sumamente importante es que el acto debe realizarse de la forma más perfecta más educada, más llena de gracia y con el mayor encanto posible.”
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El arte de preparar el té recibe el nombre de Cha Dao («Camino del té»), el cual tiene dos componentes importantes: el aroma y el gusto.
Se utilizan teteras de arcilla donde se vierten las hojas de té con una cuchara de bambú o con palillos. Después se agrega el agua, nunca demasiado caliente para no arruinar el sabor de la infusión.
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Una vez listo, se sirve en tazas pequeñas sólo hasta la mitad (la mitad restante simboliza el espacio que ocupa el afecto), el invitado agradece golpeando suavemente la mesa tres veces y bebiendo el contenido en tres tragos como acto de cortesía.
Como muestra de respeto, siempre serán los más los jóvenes quienes sirvan una taza a los adultos y, por ejemplo, la ceremonia ocupa un lugar relevante durante la celebración de una boda en donde son los novios quienes sirven una taza a los padres en señal de agradecimiento.
Recibe el nombre de Gungjung darye y se ha practicado por más de mil años, donde ya desde el año 918 se hacían ofrendas con té a los monjes budistas.
En la actualidad, la ceremonia es similar a la china aunque mucho más flexible y con menos protocolo.
El té fue introducido en Rusia en 1638 cuando un rey mongol se lo obsequió al zar Miguel I y es quizás la que más utensilios requiere para su preparación.
El primero es una tetera adornada con historias folklóricas, un vaso de plata que recibe el nombre de podstakannikis, una pequeña tetera que contiene un té concentrado denominado tscheinik y otro utensilio llamado samovar, un recipiente de cobre o bronce que contiene un tubo interior para hervir agua y mantenerla caliente.
A diferencia de las ceremonias asiáticas, en la rusa no existe un horario en específico y es muy práctica puesto que consiste en servir una pequeña cantidad de tscheinik en una taza y rellenarla con agua del samovar. De esta forma cada persona puede hacer la bebida tan fuerte como la deseé.
Un dato importante en cuanto a té ruso se refiere es que es tradición en el país beber té negro ahumado, costumbre que nació por casualidad cuando en el siglo XVIII, caravanas de camellos hacían el viaje transiberiano con diversos cargamentos incluyendo té, y como éste se llevaba en sacos, durante las paradas el humo de las fogatas se impregnaba en las hojas de té surgiendo de esta manera un producto ícono de su cultura.
Se le conoce como ‘afternoon tea’ y se realiza todos los días entre las 16 y las 18 horas. El té suele acompañarse con bocados ligeros como sándwiches de pepino, ‘scones’ con ‘clotted cream’, jaleas y diversos pastelillos.
Se dice que fue la duquesa Ana Russell quien inició la costumbre a mediados del siglo XIX como una forma de comer un tentempié entre las largas horas que dividían el almuerzo y la cena. Aunque al principio la costumbre era exclusiva de la realeza y las clases altas, pronto su consumo se popularizo entre las clases más bajas de la sociedad inglesa.