Diciembre es un mes de remembranza, de reflexión y de convivencia. La comida juega un papel fundamental en la temporada de Navidad pues llegan al imaginario aquellos aromas que más nos gustan y los sabores más entrañables de tiempos que fueron mejores.
Este año no fue cualquier año; hubieron retos, distancia, enfermedad, escasez. La vida y sus circunstancias nos enseñaron que la mejor forma de transmitir el cariño y agradecimiento va más allá de lo presencial y es justamente como no estamos acostumbrados a hacerlo: mantenernos lejos.
Pero la lejanía es subjetiva; en un bocado podemos viajar a los lugares que más deseamos por medio de las sensaciones y así sentirnos un poco más cerca de aquello que más queremos. Esa es la magia de la comida y lo que verdaderamente significa compartir la mesa. Porque los sabores unen y la cocina abraza.
Navidad es, en muchos aspectos, una forma de regresar a la niñez y de evocar esa nostalgia del presente y del pasado. Es recordar con cariño y añoranza a aquellos que ya no están y también de brindar por un futuro mejor que nos regale eso que tanta falta nos hace.
Es fecha para recordar y homenajear a las mujeres, tan indispensables en la gastronomía de cada casa con sus sazones particulares. También para celebrar la maravillosa cualidad de cocinar de todos los que lo hacemos independientemente del género, las creencias religiosas o la postura política.
Es momento de evocar, de sentir, de amarnos a través de la comida de Navidad a pesar de las diferencias y la lejanía.
Por este -y muchos otros motivos- creemos que esos platillos de verdad unen y se entretejen para escribir historias que se quedan en la memoria de quienes los comen. Aquí te presentamos cuatro historias de nuestros suscriptores que demuestran que el cariño también se come durante esta temporada.
Cuando era chica, mi mamá y mi tío pasaban horas dedicados específicamente a dejar perfecto el bacalao. Se esmeraban en picar muy finita la cebolla y el ajo; a quitarle la piel a los jitomates y pimientos para hacer una salsa justo como les gustaba: llena de sabor y tersa.
Lo terminaban con chilitos güeros, aceitunas, almendras y muchas papas, mi parte favorita era oler cuando casi estaba listo y llenar mi torta del recalentado con eso.
El bacalao llegó con los españoles y tomó forma con los ingredientes endémicos. Es un paisaje gastronómico lleno de matices que se unen en sus diferencias para hacer sinergia y ser maravillosos. Cada casa tiene su receta especial pero aquí te tenemos una por si estás buscando inspiración.
En su momento no los sabía apreciar pues la tediosa tarea de limpiar los romeritos, picar las papitas y preparar el mole me parecía insufrible. Hoy que mi abuelita ya no está para despertarme y ponernos a la tarea de prepararlos con mole los extraño inmensamente.
El mole, los chiles, las tortitas de camarón y esa maravillosa forma de aprovechar todos los vegetales que la tierra tiene para nosotros son apenas algunos motivos para amar los romeritos. Lo que más nos gusta es comerlos entre panes una mañana de recalentado o bien, en cualquier momento de la temporada.
Mira la receta de la chef Alicia Gironella.
Lo pierna mechada en salsa de ciruela. Es muy deliciosa esa combinación de almendras con frutos y esa salsa, al reposarse sabe divina 🤤. Me recuerda a mi familia cuando vivía con ellas y compartíamos este delicioso platillo.
Hay platos que se deben preparar con tiempo y paciencia. Las carnes marinadas son un gran ejemplo pues, como en la vida en general, van absorbiendo lo que pueden para ser mejores y más sabrosas.
Toda mi familia y yo lo cocinamos cada Navidad (toma mucho tiempo y esfuerzo) desde conseguir el queso.
El amor se construye y las relaciones se trabajan, igual que una buena receta. Hacerse de buenos ingredientes es una forma muy eficiente de tener comida maravillosa en Navidad y lo demás depende del empeño que pongamos en transformarla en todo un homenaje a quienes lo comen.