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En nuestro país se desechan 20.4 millones de toneladas de alimentos al año y en promedio cada mexicano tira 158 kilos de comida, según datos del Banco Mundial. Pero, ¿cómo es esto posible si al mismo tiempo hay personas que mueren de hambre?
Lo que es basura para unos es comida para otros y el mejor ejemplo es la Central de Abasto de la Ciudad de México (CEDA), principal abastecedor de productos de consumo del país. Es el mercado más grande del planeta y fue inaugurado en 1982 por el expresidente José López Portillo.
Dentro de este espacio convergen miles de mundos, es una miniciudad dentro de la ciudad, específicamente en la Alcaldía Iztapalapa.
Aquí se dan cita personas de todo el país comenzando por los vendedores que en total reúnen alrededor de 90 mil empleados. Entre ellos se encuentran los cargadores que pasan a toda velocidad con sus diablitos cargados de decenas de kilos de comida sin dar tregua a distraídos.
Por otro lado están los compradores. Aquí viene de todo: amas de casa por el mandado de la semana, encargados de establecimientos de comida, dueños de restaurantes, abarroteros, recauderías y en general aquellos que comercian con alimentos.
Por último están aquellos que se encargan de las tareas periféricas como la recolección de basura y la separación de desechos; a este grupo recientemente y debido a la contingencia sanitaria, se incorporan personas que velan por los cuidados sanitarios.
Además de esas frutas brillantes y los vegetales coloridos del súpermercado coexiste otra realidad: no todas son así de perfectas aunque su destino sí puede ser la misma olla llena de verduras cocidas. Sin embargo, el camino que toman para llegar hasta ahí es distinto pues las feas son menospreciadas.
Hay muchas razones para que estos alimentos sean desechados además de que comiencen su descomposición; por ejemplo, que no cumplan con las reglas estéticas o bien que por su volumen sea más barato perderlos como merma que continuar pagando una bodega para su almacenamiento.
A pesar de ir a parar a los contenedores junto con la basura, no todo se desperdicia. “La vida en la Central es difícil” platica José, un vendedor de sandías que lleva cuatro años trabajando diariamente y que gracias a su experiencia puede identificar si están listas para venderse con solo tocarlas. “No me molesta que la gente agarre las que tiramos”, continúa.
Además de los vendedores y compradores hay otro grupo de personas que subsiste en la Central de Abasto: los recolectores, una forma de espigadores modernos.
Este término se utiliza desde el siglo pasado en Europa y hace referencia a quienes asistían a los campos en busca de alimentos no recogidos por los campesinos o las máquinas durante la cosecha.
De esta forma, los espigadores llegaban a recolectar kilos y kilos de alimentos en perfectas condiciones que de todas maneras serían desechados en algún momento o bien comienzaría su descomposición para terminar como abono para la tierra.
Esto mismo pasa en la Central de Abasto, solo que a diferencia de Europa, en México sucede en los contenedores de basura. Puede considerarse recolección, reciclaje o pepena.
Datos obtenidos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) afirman que los seres humanos en el mundo consumen aproximadamente 130 millones de toneladas de alimentos al año; sin embargo, un tercio del total termina en el basurero.
Al echar un vistazo a los desechos se puede observar fruta en perfecto estado, tal vez algunas más maduras que otras pero inocuas, es decir, que después de lavarse no causan ningún daño al consumirlas.
Si bien algunas otras no cumplen con esas normas estéticas que estamos acostumbrados a ver en los comerciales televisivos o en los programas de cocina sucede algo, nadie las elige.
No es para menos, la mayoría de los compradores escoge una zanahoria lisa y brillante ante una con hoyos, deforme o distinta a como la imaginamos, que bien podría ser protagonista de una escena de terror. Así, llegan a ser desechos aquellos vegetales que no cumplen con ciertas normas pero que son frescos y nutricionalmente valiosos.
Son decenas las personas que a diario llegan a la CEDA con la finalidad de obtener estos productos; algunos los recolectan para consumo propio, otros para revender y obtener un ingreso extra, también para utilizarlos en sus negocios de comida y otros más para alimentar a sus animales.
“Los alimentos que todavía están en buen estado, los recojo y reutilizo para darles de comer a mis animales”, platica la señora Alejandra, una ama de casa de 47 años que visita la Central de Abasto cada quince días para recolectar hojas y lo que encuentre en los contenedores.
Las hojas de col o los sobrantes de los rábanos son recogidos por camiones que los llevan a granjas o ranchos para alimentar cerdos, vacas y otro tipo de ganado.
También están quienes aprovechan su trabajo en la CEDA y que ven oro en los contenedores mientras trabajan, como los recolectores de cartón.
“Nosotros recolectamos cartón, muchas veces tiran la fruta solo porque está golpeada, luego nos llevamos sandías, calabaza, papa o lo que caiga. Antes de que aparezcan en bruto todavía vienen envueltas.” menciona una fuente que no quiso que apareciera su nombre en esta nota por motivos de confidencialidad.
“También están los vendedores de cocteles que le dan para su refresco a quienes tiran cajas llenas de fruta para que los dejen elegir primero. La gente que les compra ni se da cuenta porque como está madura es más dulce” le platica a Animal Gourmet el mismo recolector.
Alejandro es un trabajador que se encarga de separar desechos orgánicos e inorgánicos. Él platica que “los contenedores en las mañanas están al doble de su capacidad y hay mucha gente escogiendo lo que otros tiraron”.
Esta es la vida de quienes aprovechan la comida de donde otros ven basura.
Dentro de las instalaciones de la Central de Abastos, aunque un poco alejada de las naves comerciales, existe un banco de alimentos llamado ‘Solo por Ayudar’. Esta organización se dedica a brindar apoyo desde 1994 a otras asociaciones a costos accesibles y mucho menores.
Mensualmente ayudan a alrededor de 60,000 personas de más de 105 instituciones de beneficencia y zonas marginadas. Su misión es recolectar las donaciones de alimentos en buen estado que están a punto de ser desechados por los vendedores en los contenedores de la CEDA. En promedio recaban 4,690 toneladas de comida.
Estos productos se reparten en asociaciones inscritas a este beneficio como la Fundación Vida de Chimalhuacán que a su vez los divide entre sus integrantes.
También existe el programa ITACATE (Innovar, Transformar, Alimentar, Central de Abasto Tu Espacio) por parte del gobierno de la CDMX. Ellos distribuyen gratuitamente productos frescos garantizando en un sector de la población el derecho a la alimentación.
De acuerdo con su página oficial diariamente aprovechan 8 toneladas de alimentos en buen estado y que destinan 50% a organizaciones sin fines de lucro y el otro 50% a los comedores comunitarios y públicos en la ciudad.
Esta es la otra cara de la moneda de la Central de Abasto de la Ciudad de México, el centro de abastecimiento de productos más grande del mundo, cuya operación comercial y venta anual superan los 9 mil millones de dólares al año, cantidad rebasada a nivel nacional solamente por la Bolsa de Valores Mexicana.
Lo que para unos son desechos y basura para otros es comida y una oportunidad de vida.