La chirivía es una hortaliza originaria de Europa y Asia muy parecida a la zanahoria pero de un color crema aperlado, además, es mucho más rugosa y dura por fuera.
Anteriormente era muy consumida en la Europa Medieval y se consideraba una fuente de energía debido al alto contenido en azúcar; con el paso del tiempo obtuvo un lugar dentro de la cocina gracias a sus sabores.
Esta raíz posee muchos beneficios entre los cuales se destacan las vitaminas del grupo B, C, E y K y minerales como el calcio, potasio, selenio, zinc, fósforo, magnesio, además de ácidos grasos omega 3 y 6.
Es rica en fibra, por lo que ayuda a mantener el funcionamiento del intestino, a prevenir el envejecimiento y a reducir el colesterol. Su alto contenido en vitamina C la hace perfecta para fortalecer al sistema inmunológico.
Se cultiva en lugares templados de Francia, España y Hungría sobre todo de otoño a invierno; es por eso que esta hortaliza llega a soportar heladas.
En Latinoamérica es común encontrarla en huertos orgánicos y su cultivo ha funcionado bien en las chinampas de la Ciudad de México. Nos encanta por ser distinta pero evocar a lo que ya conocemos. Es, como sucede con las zanahorias de colores, un ingrediente más para llenar de color los platos.
Debido a su sabor terroso, dulce y ligeramente picante puede ser utilizada de muchas maneras, ya sea asada, hervida o en cremas, purés y guarniciones. También puede formar parte de platillos que tengan como base pollo, sobre todo en caldos o fondos de cocción.
Si la encuentras esplendorosa y lista para llevar en algún tianguis o mercado de México te recomendamos que la prepares con esmero ya que no es tan fácil de conseguir.
Esta guarnición puede ir perfecta para acompañar un trozo de carne jugosa o pescado empapelado.