Para muchos, esa sensación de calor en la boca que produce el chile es incómoda e incluso puede causar agruras y gastritis, la buena noticia es que sí es posible disfrutar su sabor sin sufrir sabiendo cómo quitar el picante.
Es correcto. Un chile puede no picar para así conocer sus sabores e identificarlos perfectamente sin sufrir.
Imagínate que en el ecosistema donde crecen la mayoría de las variedades de chile viven una enorme cantidad de seres vivos. La milpa es casa para el maíz, el frijol, la calabaza, los quelites, los chapulines, gusanos y demás insectos; todo es un equilibrio perfecto y cada elemento tiene una función.
La planta -llamada biológicamente capsicum annuum– es la protectora ante las plagas que buscan destruir este sistema y comer de sus frutos. Porque la naturaleza es sabia y como mecanismo de defensa, a la hora que percibe amenazas externas, desprende un aceite llamado capsaicina que ahuyenta a los depredadores.
Efectivamente. Esta sustancia es también la responsable de que los chiles piquen y se potencia con cambios físicos bruscos como el calor; por eso, al ponerlos en el comal ya cosechados se torean y nos sacan una que otra lágrima.
La capsaicina viaja desde el tallo de la planta hasta el corazón, las semillas y las venas de cada chile para permear en toda la pulpa y que así cause pungencia a la hora de comerlo.
Por supuesto, los mexicanos amamos esa sensación que provoca dar una mordida, comenzar a salivar y hacer de este, uno de los ingredientes estrella de nuestra cocina.
¿Te ha pasado que mueres de antojo por un chile relleno de esos con queso gratinado, frijoles refritos y caldillo de jitomate y al dar la primera mordida deseaste nunca haberlo pedido por lo picante que estaba? La ilusión de semejante manjar no puede deshacerse así como así: hay formas de disfrutarlo sin dejar tu sistema digestivo en prenda.
En contraste, también está esa horrible sensación de estar esperando el mismo platillo -aunque quizás esta vez relleno de picadillo o por qué no, camarones– y que el chile no pica pero tampoco sabe a absolutamente nada. Esto sucede por pasarse de precavidos y desflemar de más.
Todo este sufrimiento está a punto de desaparecer. Elige el tip que mejor se acomode a tu estilo de vida y, por supuesto, al tiempo que tengas para quitar el picante del chile.
La forma más eficiente de evitar que un chile nos saque lágrimas es quitar todo aquello que protege a la capsaicina. Las semillas son la parte más picante del fruto y la forma en la que llega hasta ahí es mediante esas venitas que sujetan el corazón.
Con mucho cuidado y ayuda de un cuchillo, quítalas sin dañar la pulpa. Seguido de esto, tatémalos para quitar la piel; de esta forma, el aceite que permanece en la pulpa se evaporará con el calor y no habrá nada que impida que escape.
Si de plano quieres quitar a conciencia el picante en el chile, sumérgelo durante veinte minutos en una solución de un litro de agua por cucharada de bicarbonato.
Este compuesto es una canija maravilla: sirve además para levar pasteles, limpiar manchas y hasta ¡contrarrestar los efectos de la gastritis!
Siguiendo el mismo principio del bicarbonato, prepara una solución con una cucharada de sal o vinagre y deja reposar ahí los chiles durante dos horas.
Funciona si lo haces solo con vinagre pero ten cuidado: el sabor ácido puede invadir toda la pulpa y hacer que los chiles se vuelvan incomibles.