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Durante esa noche todas las luces permanecen apagadas. Solo se ve el destello de las velas que marcan el camino que deberán seguir las ánimas hacia la ofrenda y que se acompañan por un aroma dulce a flor de cempasúchil. La comida está lista y los pueblos de Michoacán también, para recibir a sus muertos.
Aún con la crisis sanitaria, la tradición de venerar a los que ya no están se mantiene latente. Inciativas gubernamentales y privadas, así como las que se gestan en los fogones de las cocinas de humo, se preparan para una de las temporadas más importantes de la cultura.
La comida es una parte fundamental de esta celebración; los purépechas no solo ponen en ofrenda la comida favorita de sus seres queridos, sino los frutos de la cosecha para agradecer a la tierra sus bondades durante el año.
Agua, sal, flores, fotografías y papel picado son algunos de los elementos que componen cualquier ofrenda el dos de noviembre.
En la tradición purépecha, los altares tienen dos niveles que representan los dos mundos: el de los vivos y el de los muertos. Se engalanan con uchepos, corundas, fruta, aguacate y un mole de fiesta llamado atapakua.
Juana Bravo, cocinera tradicional del estado -y persona fundamental en el nombramiento de la cocina mexicana como Patrimonio Intangible de la Humanidad- lo prepara año con año de la forma tradicional.
Baja en el metate chile guajillo y serrano, lo combina con especias, cebolla, tomate y un poco de harina para vestir una pieza de pollo en la noche de Ánimas.
De acuerdo a la región será el festejo de la noche de Ánimas para festejar a los muertos en Michoacán. Algunos salen a los panteones con sus itacates listos para cenar con sus seres queridos del inframundo, otros más realizan la celebración en lo más íntimo de sus hogares.
En contraste con el resto del país, las ofrendas no solo son el puente que conecta el inframundo con la realidad; también son ese simbolismo que agradece a la tierra y encomienda las cosechas del futuro.
Por ese motivo, no hay altar igual a otro. Uruapan es tierra fértil que ve nacer uno de los tesoros gastronómicos de México, el aguacate. Las ofrendas se llenan de este oro verde y los acompañan unas variedades de tamal preparada con con hongos silvestres.
En la zona de Zitácuaro, la fiesta comienza con la cacería de la gallareta que es un pato salvaje de poca carnosidad que se sirve en mole y por supuesto, también se coloca en la ofrenda.
2020 no ha sido un año sencillo. Tan solo en el estado de Michoacán, se han registrado 1889 personas cuya fotografía aparecerá por primera vez en la ofrenda de sus hogares. En contra del pronóstico, los rituales de la noche de ánimas y el día de muertos sí se llevarán a cabo pero de formas más íntimas y cautelosas.
Una de las tradiciones más arraigadas de pueblos como Pátzcuaro es la visita a los panteones.
Lucero Soto, chef de Lu Cocina Michoacana.
El gobierno del estado dejó libertad a cada municipio para dejar entrar o no turistas a vivir la noche de las ánimas de acuerdo a sus usos y costumbres. Sin embargo, las decisiones son cautelosas y la entrada a los turistas está limitada.
Este no es un motivo para no vivir la noche de muertos en Michoacán. En Morelia, las calles comienzan a vestirse de color anaranjado para no dejar pasar la fecha. Con el semáforo de precaución pandémica en naranja, los hoteles tienen aforo máximo del 50% igual que los restaurantes.
El gobierno de estado alentó a las personas a sí montar su ofrenda con todos los elementos de un altar auténticamente purépecha; mediante un concurso virtual, habrá premios a los más lucidores.
Por su parte, panteones como el de la isla de Janitzio han avisado que permanecerán cerrados para evitar los tumultos. Las velas, el aroma y la comida en comunidad con los muertos se deja para el año que sigue.
El confinamiento dejó secuelas a todos los niveles y algunos aprendizajes son útiles y positivos, uno de ellos es dar valor a lo cercano y sacarle provecho. Michoacán no se queda atrás: productores, cocineros y agricultores se unieron en favor de su estado y su economía.
Lucero Soto es michoacana, cocinera y promotora de la cocina de su estado. Al paso de los años, ha incorporado a su menú diversas recetas endémicas de todas las regiones para darlas a conocer a sus comensales. Durante la pandemia, tuvo la oportunidad de conocer distintos productos y aprender a utilizarlos en su trabajo.
En la semana de muertos, ofrecerá distintos platillos que hacen alusión a esas ofrendas que visten los hogares durante esta temporada en Michoacán; uno de ellos es un pastel de uchepo, el cual es un tamal que se prepara con elote tierno y se acompaña de queso Cotija, una reducción de sopa tarasca y chamorro confitado.
Este año es distinto pero no por eso vamos a dejar pasar la fecha. Estamos listos para recibir a la gente con todas las precauciones y cuidados.
Por otro lado, el pan de muerto no debe faltar. En Lu se sigue la tradición purépecha y la receta se aromatiza con cáscara de naranja y flor de azahar; para darle una vuelta, viene relleno de un cremoso de calabaza en tacha y acompañado de confitura de cítricos.
En conjunto con el restaurante Cocina M, ubicado en Uruapan, se realizará una noche de Ánimas para celebrar -en corto- a los muertos en su día.
La intención es rendir homenaje a lo local y a lo que mantiene vivo el espíritu michoacano; agradecer a la tierra por sus bondades y también convivir con aquellos que están lejos pero vuelven durante estas fechas.
Al final, todas las tradiciones se integran en un solo día que celebra la vida, venera la muerte y nos enseña que la comida es el mejor medio de comunicación para transmitir afecto, agradecer y esperar.