México goza de un suelo fértil y es por eso que el cultivo de especies no supone un problema. Para hacer esta actividad primaria que da como resultado la cosecha de alimentos ya sea para la alimentación per sé o para la creación de otros productos hay dos formas: la agricultura y la agroindustria, que a pesar de tener un nombre parecido no son iguales.
La agricultura se da en pequeña escala y sobre poca superficie sembrada, lo que resulta en una menor productividad.
Esta actividad se lleva a cabo en zonas rurales y no solo es el sustento económico de familias completas, también es la garantía de contar con alimentos para su consumo personal.
La Revolución Industrial dio pie a la Revolución Agraria que comenzó en Inglaterra a finales del siglo XVIII y se extendió en el mundo. Esto significó la creación de instrumentos más sofisticados para la agricultura.
Máquinas eficaces, aumento de la productividad de los campesinos y mayor cantidad de alimentos con menos personas fueron y son hasta la fecha algunos de los resultados.
El terreno cultivable también creció y el barbecho, que es el tiempo que la tierra se deja descansar para que se recupere, fue menos practicado.
De esta manera, la colaboración entre la industria y este sector primario derivaron en la agroindustria.
Una de sus finalidades fue abastecer a la población mundial por medio de la producción de mayor número de alimentos; sin embargo, vale la pena recordar que este objetivo sigue sin cumplirse y a la fecha no ha sido efectivo.
A pesar de esto, la actividad de la agroindustria supone uno de los principales ingresos en el sistema económico actual al menos en México.
Un ejemplo es que en 2017, de acuerdo con datos del Consejo Nacional Agropecuario, nuestro país ocupó el primer lugar en exportación de pimientos, chiles, jitomate, aguacate, cerveza y tequila. También fue el segundo en limón, el tercero en frambuesas y fresas, el quinto en pollo y huevo y el sexto en res.
Para lograr esto es importante considerar la infraestructura para transportarlo. De nada sirve que haya una cosecha efectiva si no hay manera de sacarlo de su lugar de origen.
La agroindustria se divide en dos categorías: la alimentaria y la no alimentaria, en ambas la forma de producción es en masa. Es decir, a mayor superficie sembrada, mayor productividad.
Además la implementación de nuevos sistemas, por ejemplo, la superficie de riego es fundamental. Esta es la aplicación artificial de agua a los cultivos para dejar de lado las plantaciones de temporal que dependen de la lluvia y la humedad del suelo y llegan a perderse en tiempos de sequía.
De acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) los pequeños agricultores y la agroindustria pueden encontrar un punto de equilibrio en donde la cooperación y transmisión de conocimientos sea fundamental para evitar la marginación de uno u otro.
Una de las finalidades de la agroindustria que abarca los sectores pesquero, agropecuario y la silvicultura en general -que son las actividades relacionadas con el cultivo, cuidado y explotación de bosques- es alargar la vida de los alimentos para que haya disponibilidad.
Esto incluye la transformación de la materia prima, es decir, que los alimentos pasen por un proceso de selección de calidad, clasificación, empaque y almacenamiento.
Aquí podemos encontrar distintos procesos de conservación, por ejemplo, fermentación, pasteurización, refrigeración o congelación y por supuesto el envasado al vacío. Así la caducidad se alarga y están disponibles a pesar de que haya algún evento extraordinario en donde el cultivo o la cosecha no sea exitosa.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) aunque el territorio mexicano representa apenas el 1% del total de territorio en el planeta alberga más del 10% de la diversidad biológica del mundo.
¡Sí! Esto es gracias a su ubicación geográfica, relieve y diversos ecosistemas. Un ejemplo es que entre el 50% y 60% de plantas conocidas en el mundo se encuentran en México.
Y aquí va otro dato. Según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) los estados con mayor biodiversidad se encuentran en el sur y son encabezados por Oaxaca, seguido de Chiapas, Veracruz, Guerrero y Michoacán. Tal vez una pequeña señal de la vasta gastronomía que tienen.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. El 81% de la pérdida de los bosques en México ha sido derivado del sector agroindustrial.
Además, el uso de agroquímicos y fertilizantes para mantener alejadas las plagas del monocultivo no ayuda a preservar los ecosistemas.
Es un tema central cuando se habla de agroindustria, ya que se aplican técnicas científicas avanzadas para garantizar la seguridad en el consumo de alimentos.
De acuerdo con la FAO “la biotecnología se utiliza ampliamente como instrumento de diagnóstico para supervisar la inocuidad de los alimentos, prevenir y diagnosticar enfermedades de transmisión alimentaria y verificar el origen de los productos.”
Además, cuando se aplica a los alimentos se usan agentes microbianos que potencian sus propiedades como el aroma, el gusto, su duración, las texturas y hasta sus valores nutricionales.
En México la agroindustria es uno de los generadores de producto interno bruto. La siembra de aguacate y soya deja como ejemplo el uso de estos cinco puntos, que aunque controversiales siguen llevándose a cabo. Sin regulaciones efectivas perpetúa el cambio climático y las condiciones desfavorables para los campesinos.