Hay dos aromas irresistibles para los amantes de los postres: el de mantequilla y el de chocolate. Abrir una cajita de florentinas o conchitas de chocolate de Gelateria Romana es llegar al edén de los sentidos pues todo se ve, huele y sabe increíble.
Ni qué decir de los helados, suaves bolas de una receta perfectamente formulada que delatan experiencia y estudio nos hacen querer ser niños otra vez y comer todas las bolas que se nos antoje.
José Ignacio Castillo nació en una familia de reposteros. Su padre chocolatero y su madre pastelera sembraron en él la inquietud de incursionar en la cocina dulce y contrario a lo que cualquiera hubiera pensado, no fue en el negocio de ninguno de los dos, sino que decidió alzar el vuelo ‘a la Montessori’.
Siempre fui a escuelas de educación tradicional y creo que lo que me hizo falta fue ser más libre: yo amaba ayudar y meterme a la cocina.
José Ignacio Castillo
Purista y estudioso de reacciones químicas y fórmulas matemáticas para hacer el helado perfecto, este repostero descubrió su pasión en un curso de una academia en Buenos Aires y de ahí decidió continuar su saber en la capital mundial del gelato italiano: Nápoles.
No todo es tan cuadrado como suena. En realidad, dar un lenguetazo a la bola de alguno de sus sabores es descubrir mundos nuevos que yacen en la simplicidad de un barquillo.
Nueces, especias, frutas e incluso aceites aromáticos hacen una experiencia sensorial verdaderamente memorable.
El talento y la perseverancia los heredó de sus padres, quienes desarrollaron, cada quién en su ramo, empresas exitosas que siempre se tomaron como punto de referencia en cuestiones de calidad. No sólo aprovechó esto, sino algunos trucos y recetas que ahora también se encuentran en la Gelateria La Romana.
Con el equipo y la experiencia, decidimos no sólo quedarnos con el helado aunque es la columna vertebral del negocio. Incorporé lo mejor de mis papás para ofrecerlo a mis clientes.
Hay una joya de la corona que supera cualquier expectativa, y como todo tesoro, su empaque habla poco de la maravilla que se encuentra dentro.
Una cajita larga en tonos blanco y negro -bastante sobrio y elegante, por cierto- guarda dentro de sí pequeños círculos de un crujiente de almendra, caramelo y mantequilla que se cubren elegantemente con chocolate amargo o de leche. Las florentinas son ese antojo que nunca es suficiente a la hora del postre.
También hay otras variedades de galletas hechas a base de mantequilla que conquistan desde la vista; entre las favoritas están las conchitas de chocolate y aquellas herraduras que vienen rellenas de jalea de chabacano.
Pasteles individuales y para compartir, todos con el sello Picoco que formó en disciplina y calidad al fundador de Gelateria la Romana.
Para José Ignacio, el helado perfecto se construye con dos ingredientes principales: transparencia y conocimiento.
La primera hay que tenerla a la hora de elegir los ingredientes: no escatimar a la hora de elegir los de calidad y optar siempre por tener un producto libre de aditivos, colorantes y químicos.
El conocimiento se obtiene mediante el estudio y la experiencia. En la escuela le dieron las fórmulas y los secretos para lograr un buen helado, pero sólo por medio de ensayos y pruebas logra equilibrar a la perfección las proteínas, la grasa y las azúcares que al combinarse lo hacen sobresaliente.
Sabores hay todos los que se puedan imaginar y se presentan tanto en porciones pequeñas de medio litro hasta volúmenes industriales para servir banquetes. Desde la clásica vainilla hasta combinaciones más complejas con frutos secos, valen la pena para romper la dieta.
La maquinaria con la que se elaboran es tecnología de punta; sin embargo, esto no asegura que habrá un helado de calidad, nos cuenta José Ignacio.
La promesa en Gelateria la Romana será un producto que esté en la textura y condiciones óptimas por más tiempo por la buena formulación y el uso de ingredientes de calidad.
Una bola de cualquier sabor es ese apapacho que consuela una tristeza o el aplauso que acompaña la alegría. Es infancia, es adultez, es circular e infinito, como el ciclo de la vida.
No hay local físico pero sí tienda en línea. Los productos son frescos, así que te recomendamos hacer tus pedidos con dos días de anticipación.
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