En las recetas de cocina, principalmente las dulces, hay dos ingredientes que toman protagonismo: la leche condensada y la evaporada. Aunque están disponibles en la tiendita o en el supermercado, hay manera de prepararlas en casa.
El invento de ambas leches surgió a partir de la necesidad de conservarla durante más tiempo en condiciones óptimas. Fue en el siglo XIX cuando se descubrió que el consumo de lácteos en mal estado había incrementado la mortalidad.
A partir de ahí surgió la idea de condensarla, es decir, hacer un líquido más denso y espeso eliminando una cantidad considerable del agua que contiene naturalmente.
Para hacer ambas recetas en casa la base es colocarla a fuego bajo, en la gastronomía a este proceso se le conoce como reducción. Es largo pues de otro modo adquiere sabores amargos.
Para preparar ambas leches se reduce un 60% de su contenido líquido; inicialmente se hacía con leche cruda, es decir, recién ordeñada; ahora cualquier tipo puede condensarse.
Como su naturaleza lo dicta, dura más y la leche condensada a diferencia de la evaporada extiende todavía más su tiempo de vida ya que el azúcar añadida actúa como conservador.
Tip animal: Notarás que tu leche evaporada está lista una vez que el color sea amarillento.
Tip Animal: Si eres intolerante a la lactosa puedes utilizar leche deslactosada o vegetal y hacer el mismo procedimiento. No reduzcas con edulcorantes como svetia o sucralosa ya que toma un sabor a metal.