En las calles del norte de México se escuchan desde temprano unos golpeteos de las mesas de trabajo con los rodillos de madera; ese sonido es la señal de que la ciudad está despierta pues las mujeres comenzaron a palear la masa de su receta de tortillas de harina.
Al maíz lo utilizan en el centro y sur pero en Chihuahua, Sonora y Nuevo León la historia es otra. Algunos les llaman tortillas de agua, otros más les dicen sobaqueras y además de que se aprovecha el trigo, la diferencia la hace su enorme tamaño.
En el papel, la receta de tortillas de harina es mucho más parecida a un pan pita que a lo que preparaban los indígenas con base en la nixtamalización y esto se puede explicar remontándonos al origen.
En la época del Virreinato, al norte de la Nueva España llegaron una colonia de judíos y libaneses que poblaron la zona. Desarrollaron muy buen ganado y explotaron la tierra poco fértil con granos que aguantaran las inclemencias del tiempo.
El trigo se volvió el protagonista y se empezó a aprovechar para la elaboración de panes, pues es un cereal rico en proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales.
En un lugar escaso de maíz pero con tradiciones americanas, era evidente que los pobladores lo aprovecharan para hacerse sus tacos, que ahí llamaron burritos.
Tradicionalmente son mucho más grandes que las tortillas del centro de México, las sobaqueras llegan a medir hasta sesenta centímetros de diámetro. La costumbre también marca que se deben cocinar en un comal convexo que las hace mantener su elasticidad.
La mejor forma de disfrutar una tortillita de harina es con una buena ración de frijoles maneados -muy al estilo Sonora- o con veneno, más neoleonés.
Amígate del rodillo y que te motive el antojo por unas buenas quesadillas hechas con esta receta de tortillas de harina. No las tienes que preparar en grandes formatos como en el norte, pero sí con el tamaño suficiente para que las disfrutes como se debe.