Con pasos pequeños pero firmes, el whisky japonés se ha abierto camino en un mundo donde reinan el scotch y el bourbon. Gracias a su seriedad, técnica y calidad de ingredientes, se posiciona como uno de los más vendidos del planeta.
Sabemos que la competencia es fuerte, los whiskies de Estados Unidos, Escocia e Irlanda son reconocidos por la enorme tradición; sin embargo, una nueva ola que incluye a Canadá, Taiwán y por supuesto Japón está a punto de dejar ver nuevos consentidos.
Hay dos hombres que fueron fundamentales para que el whisky se comenzara a producir en Japón. Shijiro Tori fue un farmaceútico fundador de la droguería que ahora conocemos como Suntory y que fue la primera en este país.
Su giro principal era importar vino y licores hasta que decidió producir whisky para los japoneses. En 1924 hizo su primera mezcla en las afueras de Kioto y esto le valió ser llamado el padre de esta bebida.
Por su parte, Taketsuru Masataka era un químico japonés y durante una estancia en Glasgow, Escocia, conoció a Rita Cowan, quién después fue su esposa. Ela transmitió los conocimientos que tenía acerca del destilado y Taketsuru supo crear una alquimia perfecta en su país de origen.
Shijiro Tori contrató a Taketsuru por ser uno de los expertos en la fabricación de whisky japonés, sin embargo, al paso de los años dejó a Tori para fundar su propia destilería. Hoy la conocemos como Nikka.
Podemos decir que Suntory y Nikka sí son los más conocidos en el mundo y también los más vendidos. Al paso de los años, más destilerías han abierto dispuestas a ofrecer otros sabores y costos. Es importante reconocer que no es un producto barato.
Tanto Shijiro como Taketsuru tienen algo en común: su respeto por el medio ambiente. De hecho, Nikka tiene la filosofía de que el whisky debe producirse en armonía con la naturaleza y las instalaciones de su fábrica son prueba de ello.
No hay ninguna duda de que la bebida japonesa por excelencia es el sake, un fermento hecho a base de arroz. A pesar de esto, han logrado posicionar su whisky como uno de los de mayor calidad en el mundo.
Pero ¿qué es lo que hace tan especial al whisky japonés? Bueno, pues aunque creamos que es difícil que una mezcla de agua y cebada pueda producir aromas muy complejos, sí es posible.
Hay factores muy puntuales que hacen la diferencia entre un whisky estadounidense, escocés, irlandés y japonés. Este último tiene varias características de la naturaleza a su favor.
Una de ellas y que es parte fundamental es el agua. En Japón, toda agua que pase por una tubería está purificada con tecnología de punta. Tiene más de 50 pruebas para que se le permita circular y llegar a casas particulares y espacios públicos.
No solo cuidan la higiene, limpieza y pureza, también se aseguran de que no tenga mal sabor y en la medida de lo posible que también sea agradable al gusto.
Al traer la idea de hacer whisky desde Escocia también conservaron la otra parte de la materia prima de aquel país. Toda botella de whisky japonés es preparada con cebada escocesa. Y aquí hay algo bastante curioso, los escoceses rara vez utilizan cebada nacional.
Casi llegando a la recta final, el clima también juega a favor de los japoneses. Este país oriental es uno de los pocos en el mundo que aún goza de la diferenciación de estaciones, lo que permite tener controlados todos los pasos del proceso de elaboración.
Otro dato para entender la calidad es su paso por barrica -casi siempre de roble-, todo está perfectamente controlado y medido.
Algunas diferencias que podemos encontrar entre el whisky japonés y el escocés son las mezclas; mientras que en el primero hace varios single malt que se refiere a las mezclas entre destilados, el segundo hace una sola y esto es un gran peso para el sabor.
Por último, este destilado en Japón logra mayor extracción de aromas ya que las destilerías suelen estar a mayores altitudes, esto hace otra diferencia ya que la temperatura de fermentación de cebada disminuye. Sí, hasta este detalle cuidan.
¿Ya te animaste a ir por una botella?