Cualquier corazón antojadizo sabe que los postres franceses son garantía para cualquier momento, en cualquier lugar y con cualquier persona. Son perfección pura que entra por los ojos con su belleza y nos conquista con sus texturas, aromas y sabores.
Pequeñas piezas de arte que se elaboran con toda la cautela no sólo para que sean bonitas sino para que al probarlas nos sintamos en la cima de la Torre Eiffel.
Los franceses se pintan solos para hacer magia en la cocina y la repostería. Muchos de sus emblemas dulces son famosos en el mundo entero y algunos tienen historias verdaderamente interesantes.
No hay comida completa sin un buen postre y los franceses lo tienen muy claro.
No hay que olvidar que fueron ellos quienes dieron nombre y apellido a la mayoría de las técnicas en las que la cocina se basa hoy en día y organizaron de forma sistemática todos los procesos culinarios. La repostería no se les escapa y es de las mejores del mundo.
La práctica es importantísima en la elaboración de postres franceses. Muchas tienen que ver con manejos de temperaturas e ingredientes; otras más son una combinación de saberes de panadería que combinan perfecto en un plato para hacer cosas maravillosas.
Uno de los personajes más emblemáticos de la cocina francesa dulce fue Antoine Carême; él fue quién inventó muchas recetas en su trabajo que consistía en satisfacer los antojitos dulces nada más y nada menos que del emperador Napoleón.
Aquí están 10 postres franceses que no puedes dejar de conocer y probar:
Estos panecillos rellenos parten de una masa llamada choux que se prepara con agua, harina, mantequilla y huevo.
El arte está en que, al hornearlos, el calor y la química crean panes huecos que posteriormente se puedan completar de crema pastelera o alguna ganache -que es algo así como una crema de chocolate-.
La belleza de estos postres franceses radica también en el glaseado que debe de ser del mismo sabor que la crema que lo rellena.
Es delicioso para acompañar un chocolate caliente o un moka.
Son elegantes y delicados; estos sandwichitos de confitería están hechos a base de un merengue que se enriquece con polvo de almendra para después rellenarse de crema de chocolate, jaleas de frutas o cualquier otro sabor.
Se dice que su origen se remonta a la época de Catalina de Médici, una noble italiana que, al contraer matrimonio con Enrique II de Francia, mandó preparar algo muy especial para terminar sus comidas.
La receta fue evolucionando pues al principio sólo constaba de una de las caras del sándwich que se preparaba a base de polvo de frutos secos.
¿Quién desprecia un postre hecho con manzanas? Esta tarta tiene la peculiaridad de que se prepara al revés y su origen es producto de un accidente.
Cuenta la historia que las hermanas Tatin cometieron un error al cocinar de más unas manzanas haciéndolas demasiado acarameladas. Para nivelar el sabor dulce, colocaron sobre el sartén una capa de masa quebrada y posteriormente hornearon.
¿El resultado? Uno de los mejores postres franceses de la historia que bien puede acompañar una bola de helado de vainilla.
Las fresas siempre han sido grandes consentidas a la hora de preparar postres franceses: su aspecto y sabor son complemento perfecto a texturas cremosas y a sabores dulces.
Esta tarta consta de capas de una variedad de bizcocho ideal para rellenar llamado genovés que guarda entre sí una crema muselina de vainilla. Esta preparación es muy similar a la pastelera con la diferencia de que se le agrega mantequilla para darle cuerpo.
Las fresas decoran el borde de la tarta y la parte superior, haciéndola un juego de texturas y sabores que empatan perfecto para un té o una infusión frutal.
Hay muchas versiones del origen de este homenaje al chocolate y al café por parte de los franceses. Una de las más conocidas es que en 1955, un repostero llamado Cyriaque Gavillon creó en su pastelería un postre con pan de almendra y toques cremosos.
Sin embargo, fue su esposa Andrée Gavillon quien lo bautizó como Pastel Ópera porque le recordaba mucho al edificio de la ópera de Garnier.
Se trata de un bizcocho que se perfuma con jarabe de café con capas de chocolate, ganache, crema de café y más chocolate. Suena increíble ¿no lo crees?
La misma pasta choux con la que se preparan los profiteroles y los éclairs es el alma de este postre que se inventó para conmemorar una carrera de ciclismo que iba de París hasta Brest y de regreso a la ciudad de la Luz.
Una de sus peculiaridades es que es una rosca -que simula la llanta de una bicicleta- rellena de crema de avellanas y se espolvorea con azúcar glass.
Este es uno de los postres franceses más antiguos de la historia y quizás el que tiene más procedimientos complejos para prepararlo con éxito. Su nombre hace honor al patrón de los pasteleros, San Honorato.
La base es una masa quebrada que se complementa con pasta choux y se rellena de crema Chiboust.
A esta última le debe su nombre al inventor de esta receta; es una crema pastelera sabor vainilla que se adiciona con merengue italiano y grenetina para darle mayor estabilidad y textura.
Para decorarla se preparan profiteroles -que también van rellenos de crema chiboust- y se bañan con una capa de caramelo.
Aunque este bizcocho en forma de cilindro se inventó desde el siglo XVII en los conventos cercanos a la ciudad de Burdeos, no fue hasta los años 1900 que resurgió de sus cenizas para dar identidad a su región.
Se prepara con harina de trigo, huevo, mantequilla y leche. Se aromatiza con ron para hacer un pan denso que posteriormente se baña con más ron y jarabe de azúcar para darle su toque particular.
Es espectacular para acompañar un espresso o un carajillo.
Aunque hay quienes dicen que la pasta de hojaldre fue una preparación que se inventó por error, fue una de las mayores aportaciones de la repostería y panadería francesa.
La textura crujiente la aportan capas de masa que divide un medio graso que generalmente es mantequilla, a la que también le agradecemos el sabor.
El pastel mil hojas consta varias capas de hojaldre y crema pastelera. Para completar la ecuación, se corona con chantilly, otro invento para postres franceses hecho a base de nata de leche de vaca endulzada con azúcar.
Aunque interpretaciones de natillas hay en todo el mundo, la reina es un emblema de los postres franceses y se llama créme brûlée. La distingue de las demás una cocción en baño maría y una corteza de azúcar caramelizada.
Originalmente se prepara con aromas a piel de naranja o vainilla aunque se pueden agregar todo tipo de ingredientes. La receta original consta de mucha crema para batir que se emulsiona con yemas de huevo y azúcar.
No hay nada más placentero que romper esa capa crujiente de caramelo para descubrir una consistencia cremosa con sabores increíbles. Va espectacular acompañando un buen café americano.