Cultivar y comercializar maíz nativo es todo un reto hoy en día. Son muchísimas las variedades que están en riesgo de perderse por tener poco valor en el mercado y por la poca rentabilidad que hay en el campo.
Hay diversos factores que preocupan a los agricultores de maíz criollo; transgénicos, malos pagos y abuso por parte de intermediarios hacen que muchas de las variedades pierdan valor y simplemente se dejen desaparecer.
Ante esta problemática surgió Tamoa, una comunidad que se construye a partir de la gente que siembra, defiende y consume el maíz nativo.
La pérdida de la biodiversidad es un incentivo para vincular a sus guardianes con los mercados.
Tamoa es un activo promotor del conocimiento del maíz originario en México. Es, como lo dice una de sus fundadoras, Sofía Casarin, parte de un movimiento nacional en el que muchas ONG y activistas han buscado mantener las variedades de maíz endémico y apoyar a sus principales guardianes, los productores.
“En esos años, surgió la necesidad de reconocer que la relación entre el campo y la ciudad está fracturada”.
Sofía Casarín
Tamoa comercializa especies de maíz nativo y trabaja con familias productoras, desde la siembra hasta la cosecha. Sus principales clientes son muy diversos: El Pastor en Londres; Los Loosers y La Calenda en la Ciudad de México; Oxomoco en Brooklyn y Tacology en Miami.
Sofia Casarin conoció a su socio, Francisco Musi, durante su estancia en Londres. Ambos compartieron su inquietud sobre la pérdida de biodiversidad del maíz mexicano.
Francisco había trabajado en restaurantes y en la industria de la comida desde hace muchos años. Cuando ambos regresaron a México comenzaron a viajar, a ir a cursos, foros y ferias del maíz.
Sofía y Francisco comenzaron a tocar puertas con los campesinos para preguntarles sobre sus semillas y huertas. De esta manera tuvieron una mejor perspectiva para tomar cartas en el asunto.
“Decidimos hacer un movimiento comercial que conectara a las familias de agricultores de variedades de maíz criollo con restaurantes y tortillerías interesados en promoverlos a través del comercio justo”.
Hoy Tamoa trabaja con aproximadamente 20 familias que están sembrando más debido a que hay más oportunidad de comercio.
Estas familias también están cambiando. Las nuevas generaciones, que descartaban por completo la oportunidad de seguir trabajando la tierra, comienzan a ver viable esta opción.
De acuerdo con la cofundadora de Tamoa, el impacto de su emprendimiento incide en la forma en la que siembran los productores y en sus métodos.
También han impulsado mejores maneras de almacenamiento para el maíz criollo, que es muy susceptible de ser atacado por plagas y hongos.
Para los fundadores de Tamoa el principal reto es la exportación.
“Debido a que el maíz criollo es un producto que se ha exportado muy poco en la historia del país, ha sido un proceso administrativo muy intenso”.
También hay que tomar en cuenta que el maíz es un producto bastante vulnerable por las plagas, hongos y toxinas. El reto es mantener un producto fiel a su cultura y procedencia, pero que también se pueda adecuar o fusionar al mercado internacional.
Tamoa busca promover el maíz criollo en más restaurantes fuera de México. Se trata de sensibilizar a más personas sobre la importancia del maíz criollo y de la milpa. Por eso, también potenciarán el consumo de otros productos endémicos como el frijol y el chile.
Parte de este texto forma parte de la publicación ¿Cómo transformar los sistemas alimentarios? 23 casos de inspiración y propuestas para mejorar lo que comemos. Esta es una publicación de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas y Proyecto La Guajolota, disponible en ethos.org.mx