El rooibos significa arbusto rojo, y aunque muchas veces lo ubicamos como té, en realidad es una infusión. Estrictamente hablando, los únicos tés son los derivados de la camellia sinensis, pero en África el rooibos sí se considera un té.
El rooibos proviene de un arbusto cultivado solamente en la región de Cederberg, en Provincia del Cabo, una de las nueve provincias que componen Sudáfrica. Su nombre científico es Aspalathus linearis y tiene tamaños variados que van desde los 30 centímetros hasta los dos metros.
Este arbusto logró adaptarse y ser muy resistente, tanto al calor extremo como a la pobreza de nutrientes en el suelo africano.
En realidad hay dos tipos de rooibos: el rojo y el verde. El rojo obtiene este color debido a que las hojas del arbusto ya fueron fermentadas, es decir, puestas al sol para el proceso de oxidación, mientras que el verde -más difícil de encontrar- no está fermentado. Lo único que cambia es su sabor, no sus propiedades.
Hay distintos estudios que comprueban que esta infusión cuenta con un compuesto llamado aspalatina y es el único alimento que la contiene. La aspalatina es un poderoso componente derivado de los flavonoides, que ayuda a la regulación del azúcar en sangre.
Al ser un antioxidante contribuye a la eliminación de radicales libres, lo cual significa que ayuda a prevenir el envejecimiento prematuro.
Como no proviene de la camellia sinensis, el rooibos no contiene cafeína, lo cual es una buena noticia si lo que quieres es relajarte y dormir bien.
Ya que tengas el rooibos en tus manos, prepararlo no es nada difícil, basta con introducirlo en agua caliente durante 5 minutos y ¡listo!
El sabor del rooibos es principalmente dulce en ambos tipos, aunque un poco menos en el verde. Deja en el retrogusto una sensación aterciopelada y se complementa bien con un toque de leche. Su combinación más común es con vaina de vainilla.