En Pátzcuaro, del 28 de octubre al 3 de noviembre, los pueblos purépechas y tarascos se visten de naranja para recibir a sus muertos. Como el resto del país, el culto a la muerte está ligada a todas las personas y específicamente en Michoacán.
En Pátzcuaro, la fiesta de muertos es un espectáculo en el que la comunidad visita sus seres queridos fallecidos. Este panteón se ubica en la cima de la isla de Jantzio, en medio del lago.
Celebrar el día de muertos en Pátzcuaro, Tzintzuntzan o Janitzio no es ninguna experiencia común. La relación con la muerte y la convivencia con los difuntos en la noche de muertos conjuga la cosmovisión cristiana con las creencias indígenas locales.
Se trata de decorar los panteones, las calles y los altares para tener una noche donde conviven vivos y muertos. Por las mañanas, las mujeres preparan los alimentos que pondrán en el altar la noche del 1º de noviembre.
Antojos que nos conectan en Pátzcuaro
Esta relación entre vivos y muertos se fraterniza por medio de las recetas tradicionales de la zona. Los pescadores del lago de Pátzcuaro son el primer eslabón en la cadena de valor para hacer diversas preparaciones.
El Turkus es una quesadilla tradicional de la época hecha con maíz azul y pescado. También se consumen charales, caldo de tripa de pescado y todo lo que se puede conseguir en el lago.
El día 31, antes de que oficialmente comience la celebración, los pescadores se dedican a la cacería de patos. Estos serán sagrados, y también formarán parte de la cena del día de muertos.
Michoacán es una de las gastronomías más vastas del país, y eso se refleja en la fiesta del día de muertos. Incontables variedades de tamales, en las que sobresalen las corundas, hechas con carne de cerdo.
También existen los tarascos, hechos a base de frijol y pescado. Los uchepos son esos elaborados con masa de maíz tierno -lo cual los hace dulces- aderezados con salsa verde y crema agria. Carnitas de cerdo, pescado en mixiote, aves en adobo. Todos los platillos purépechas tienen cabida en esta fiesta.
Tamales de carne de cerdo en un puesto en la calle.
A las personas fallecidas ese mismo año se les hace una preparación especial. El mole de ánimas es una preparación hecha con carne de res, chile guajillo y masa de maíz. Esta preparación no sólo es común aquí, sino en todo el estado de Michoacán. Se prepara en noviembre y también en los funerales.
Los pueblos con herencias tarascas de Michoacán tienen platillos para todos los gustos, incluyendo los de los difuntos más glotones. Es tradicional encontrar también tamales dulces de zarzamora o los tradicionales chongos zamoranos. La gente también pone puestos de comida donde el pan de muerto es uno de los protagonistas.
La fiesta más solemne
En el transcurso del día, la comunidad decora las tumbas de sus seres queridos. De Michoacán es tradicional la elaboración de arcos hechos con flor de cempasúchil que representa la puerta entre nuestro mundo y el de los muertos.
Para amenizar la escena, suelen haber bailes y cánticos, todos alusivos al encuentro que está por venir. Generalmente se comienzan a calentar motores con un buen
pulque o un curado de frutas.
En cuanto comienza a ponerse el sol en esos días, comienza la magia. Los pueblos lucen completamente anaranjados, y los pescadores colocan en sus lanchas antorchas que guían el camino de los peregrinos al panteón.
Se hace el silencio a medida que la gente va llegando a sus tumbas, guiados por los caminos de flores y velas. La música cesa y es momento de recibir a los muertos. El reflejo de la luz en el agua hace el ambiente perfecto para vivir el misticismo.
Al amanecer del 3 de noviembre, los muertos están saciados y listos para regresar a su descanso eterno. La comida se terminó, las velas se consumieron y sólo queda esperar otro año para compartir la mesa con los que ya no están.
¡Nada como las celebraciones de Pátzcuaro!