Si no adoptamos medidas para reducir las emisiones globales de CO2 –dióxido de carbono- para el año 2100, la temperatura de la Tierra podría aumentar unos 4°C.
Las consecuencias, explica la organización internacional Slow Food, serían de novela de ciencia ficción: pocas precipitaciones, pero intensas y dañinas; huracanes, tornados y fenómenos climáticos extremos; calor abrasador y desertificación.
Algunas estimaciones predicen que mil millones de personas se quedarán sin agua, dos mil millones sufrirán hambre y la producción de maíz, arroz y trigo se desplomará en un 2 % cada 10 años. Cerca de 187 millonesde personas se verán obligadas a dejar sus hogares y a huir de los territorios sumergidos bajo el agua.
Para que las condiciones de vida sean aceptables, dicen expertos, hay que trabajar para que el aumento de temperatura en la Tierra sea de máximo +2°C.
Por ello, Slow Food –organización que promueve los alimentos buenos, limpios y justos- lanzó la campaña Food for Change, la cual pretende concienciar sobre la relación entre lo que comemos y el cambio climático.
A nivel mundial, la producción de alimentos es responsable de una quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (21 %), un número que depende en gran parte de los métodos de producción que han perdido el contacto con la naturaleza y el respeto por el medio ambiente, dice Slow Food.
Esta organización explica que las ayudas y apoyos gubernamentales deberían dirigirse a los modelos agrícolas más naturales, aunque actualmente suceda lo contrario.
Un frente sobre el que podemos intervenir y conseguir beneficios para nuestra salud y la del planeta Tierra es el consumo de carne: la cría intensiva es responsable del 14.5 % de las emisiones globales de gases invernaderos, reporta Slow Food.
Además, la principal responsabilidad es de Occidente, donde en los últimos 50 años el consumo de carne se ha cuadruplicado: un ciudadano de la Unión Europea consume una media de 80.6 kilos anuales.
Según las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud, 25 kilos serían suficientes, pero reducir esta cantidad ya sería una victoria.
Así, la comida es, dice Slow Food, una causa, una víctima, pero también una posible solución para contener el calentamiento global.
Para empezar a cambiar nuestra forma de comer, este movimiento nacido en Turín, Italia, propone que del 16 al 22 de octubre comamos distinto: cocinar solo con ingredientes locales, no comer carne, llevar una semana de residuo cero o las tres iniciativas al mismo tiempo.
Sin embargo, la propuesta de Slow Food sobre comer distinto va más allá de esta semana.
Para impulsar esta campaña, Slow Food encargó un estudio a Indaco2 con el doctor y médico nutricionista Andrea Pezzana para calcular la posible reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero derivada de una dieta más saludable.
Primero se comparó una dieta semanal poco saludable -basada en alimentos altamente procesados y carnes de granjas industrializadas- con una dieta saludable, “respetuosa con el clima”, basada principalmente en productos de origen vegetal, integrales, frescos y producidos según prácticas sostenibles u orgánicas.
El objetivo fue verificar si una mayor atención a la sostenibilidad ambiental de los alimentos consumidos también significaba una disminución de emisiones de gases de efecto invernadero.
El cálculo consideró las necesidades alimentarias de un adulto, de entre 30 y 40 años, con una necesidad calórica diaria de aproximadamente 2000 calorías.
Un dato interesante se refiere a la cantidad de carne prevista en esta dieta.
El consumo promedio anual de una persona en los países occidentales es de aproximadamente 80 kilos, “un consumo excesivo para el planeta en la actualidad, pero que para 2050, cuando la Tierra albergue a unas 11 mil millones de habitantes, será literalmente insostenible”.
Para un adulto es suficiente consumir 500 gramos de carne por semana, enfatiza Slow Food. Reducir el consumo de esta proteína y aumentar las legumbres y otras verduras es un buen hábito para nuestra salud, pero también para la salud del planeta.
Preferir vegetales y legumbres, reducir la ingesta de carne y renunciar a la comida procesada resulta en una “reducción notable” de las emisiones de CO2. En resumen, escoger sostenibilidad y salud implica reducir cada semana el equivalente a 23 kilos de CO2.
Esta es la dieta que sugieren (está en italiano) en la semana durante el desayuno, la comida, una colación o bocadillo y la cena: