Largamente asociado con movimientos armados, piratas, tráfico de esclavos y hasta compra de votos —George Washington exigía varios barriles de ron de Barbados en sus campañas electorales—, esta bebida es tan popular como su turbio pasado.
Es ingrediente principal de las bebidas más exóticas, sobre todo en la coctelería, y también lo más accesible al alcance de un borracho empedernido en cualquier bar, playa o expendio —de esos que surten las necesidades de las almas desmadrosas o destrozadas por el alcoholismo, las 24 horas del día—. Pero algo no se puede negar: su poder.
Imaginemos la escena: es 1776, y las colonias inglesas en Norteamérica buscan independizarse de Inglaterra. Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores, continúa siendo consultado, dada su experiencia, en todo lo que se refiere al buen manejo de las tropas. En su autobiografía destaca un episodio en el cual relata cómo resolvió el dilema de un capellán que amargamente se quejaba del terrible ausentismo de los soldados durante los ritos de oración y alabanza.
Franklin, conocedor de la milicia, pero más de la naturaleza del hombre, sabía que le había sido prometida a cada soldado, además de otros pertrechos, una ración de ron equivalente a 4 onzas —120 mililitros—, que recibían en dos entregas: una por la mañana y otra por la tarde, a las que siempre llegaban a tiempo. Así que en una carta, Franklin le sugiere al capellán que, a pesar de no ser uno de sus deberes el de administrar el ron —algo que incluso puede estar por debajo de su celestial investidura—, no le vendría mal ocuparse de repartir dicha bebida al terminar las oraciones.
He aquí un reporte del resultado, en palabras del propio Franklin: «[…] nunca se asistió a las oraciones con mayor puntualidad y en tales números; consideré que tal método era preferible a los castigos contemplados en algunas leyes marciales por no acudir al servicio religioso»[1].
Es un destilado derivado de la fermentación del jugo de la caña de azúcar o de la melaza —del portugués melaço, a su vez del latín mel, que significa ‘miel’—, que no es sino un subproducto viscoso del proceso de cristalización del azúcar mediante tratamiento calórico: el jugo de caña se hierve para retirarle la mayor parte del agua, lo que resulta en un líquido espeso de color oscuro.
Aunque el ron es incoloro cuando deja los alambiques—igual que cualquier destilado[2]—, obtiene sus tonos y aromas del proceso de añejamiento. Una particularidad del ron es que, a diferencia de otros destilados que son componente indispensable de la identidad de pueblos muy particulares —el tequila en México, el cognac en Francia—, se identifica más bien con una región: el Caribe.
Y no es casualidad que el proceso de destilado y el jugo fermentado de azúcar se conjugaran en un mismo lugar, a la par, es el resultado del choque de dos fuerzas: la que impulsa la creación de destilados de alcohol desde tiempos previos a la historia escrita, y el colonialismo, que llevó a potencias navales europeas a cruzar océanos en busca de riquezas minerales, materias primas y territorios.
Mesopotamia, la región donde se originó la palabra escrita, también vio nacer el proceso de destilación hace más de 6 mil años. Sin embargo, en aquel entonces la intención original de la destilación no era la de producir alcohol para el consumo humano, sino para la perfumería.
Los fermentos y destilados de caña, por su parte, eran ya populares en el sureste asiático, China y la India desde los siglos I y II después de Cristo. Como ejemplo, en Malasia, una bebida llamada brum, se consume desde hace cientos de años, y los capítulos XXII y XXXVII de Los Viajes de Marco Polo mencionan un vino hecho de azúcar:«bebida capital que embriaga con fuerza y rapidez a quien la bebe[3]».
En la Europa medieval, los grandes avances científicos en el ramo de la destilación fueron logrados por los musulmanes, que ya utilizaban el proceso para la perfumería, pero también para purificar agua. De ahí que la historia de la destilación esté estrechamente ligada a la de las cruzadas, pues es muy probable que hayan sido las tropas quienes llevaran el conocimiento sobre destilados a su regreso de Tierra Santa. Pero también le debemos un considerable aporte a los alquimistas alejandrinos del siglo i antes de Cristo, quienes en su búsqueda de «la esencia de las cosas»—la «piedra filosofal» y otras sustancias mágicas—, crearon uno de los primeros destilados reconocibles en nuestros días: el brandy, que para ellos significó la esencia misma del vino.
Es un cultivo originario del sureste asiático que fue llevado a todo el mundo siguiendo, tal vez, la misma ruta de otro bien muy preciado: la seda. Europa, al no ser un terreno propicio para el crecimiento de dicha planta, pudo apenas cultivarla en territorio ahora español, en la zona costera entre Málaga y Motril. Pero con el arribo de Colón al Nuevo Mundo —la caña de azúcar llegó a América en su segundo viaje, de manos de Pedro de Atienza—, la Corona española vio la oportunidad de cultivar en sus nuevas tierras la tan preciada planta, en donde encontró un terreno más que propicio para crecer y poder así surtir la imparable demanda europea de azúcar.
Previo a la llegada de los españoles, ya se consumía un sinnúmero de fermentos alcohólicos en el Caribe, pero gracias a la importación del cultivo y de la tecnología de destilación, surgieron los primeros destilados de caña a partir del primer cuarto del siglo xvii. De ahí que, hasta la fecha, en el Caribe se produzca el mejor ron del mundo.
Bebidas que se preparan con ron:
Ingredientes
Preparación
Machacar en un mortero las hojas de hierbabuena con el limón y el azúcar, añadir la mezcla junto con el ron a una coctelera y agitar. Servir en un vaso y rellenar con agua mineral.
Ingredientes
Preparación
Colocar todos los ingredientesen la licuadora con hielo algusto, batir y servir.
Ingredientes
Preparación
Colocar el ron y el refresco de cola en una mezcladora, agregar unas gotas de limón al gusto y mezclar con cuidado para no perder el gas. Algunas personas agregan agua mineral.
El almirante Nelson herido de muerte y triunfador en la batalla de Trafalgar fue llevado hasta Inglaterra sumergido en una barrica de “destilados finos”—según la versión oficial, pero en realidad se cree que eran ron—. La barrica llega vacía a Inglaterra gracias a que los viles marinos pudieron beber el contenido durante el viaje de forma clandestina.
Los registros de la palabra ron, en español, según Corominas, datan de 1770, mientras que en inglés las referencias existen desde 1654. Esto prueba que el término nació en el Caribe de habla inglesa, y la razón es muy simple: dichas posesiones coloniales estaban más dedicadas a la agricultura y al tráfico de esclavos—dos elementos indispensables para que naciera esta bebida—, en contraste con las españolas, dedicadas a la explotación de la magra riqueza mineral de las islas y, posteriormente, como punto intermedio en las travesías entre las grandes colonias y la metrópoli.
De ahí que el término rum, derivado de rumbullion o rumbostion —palabras que en jerga local significaban ‘tumulto’ o ‘revuelta’, dos asuntos muy comunes en la zona en aquellos tiempos, por lo regular causadas o acompañadas por el mismísimo ron—, surgiera en lengua inglesa, y no francesa o española.
El gran salto británico hacia la producción y posterior popularización del ron vino con la conquista de Jamaica, en 1655, aunque hay registros de que se destilaba en Brasil tres décadas antes, en el primer cuarto del siglo XVII. Fue entonces cuando la flota inglesa cambió su ración de brandy francés por la de ron caribeño, costumbre que duraría hasta bien entrado el siglo XX—la tradición sobrevivió hasta el verano de 1970, para ser precisos.
Por su parte, la marina estadounidense también utilizó el ron como bebida naval luego de su independencia de Inglaterra, pero esta práctica culminó mucho tiempo antes: en 1862. El ron, aunque popular en las colonias inglesas, incluso luego de la guerra de independencia, perdió popularidad frente a productos locales como el whisky, debido, principalmente, a las restricciones a importar azúcar británica del Caribe.
Además, las compañías aseguradoras se encargaron de que no hubiera licor a bordo de la flota mercante de los EE. UU., bajo amenaza de elevar las primas, por lo que la popularidad del ron, y del alcohol en general, como bebida de navegantes, cayó en picada.
La nueva popularidad del ron vendría de la mano del intervencionismo estadounidense en el Caribe, a finales del siglo xix y principios del xx. Durante la guerra hispano-estadounidense—cuyo fin era «liberar a Cuba del dominio español»—, los estadounidenses llevaron a la isla el refresco de cola: era natural que los lugareños le añadieran ron y cítricos, algo típico de las bebidas locales. Luego, al regresar los combatientes al continente, la bebida se popularizó: de ahí que la Cuba libre sea hoy una bebida tan célebre.
La relación política de Puerto Rico con los Estados Unidos también tuvo mucho que ver con la popularidad actual del ron. Uno de los cocteles más ordenados en las barras tropicales del mundo, la piña colada, es la bebida nacional boricua.
El ron y el Caribe son dos palabras imposibles de separar. Desde tiempos centenarios, la historia de ambos se ve afectada por los vaivenes geopolíticos y del mercado, pero siempre han ido de la mano. Sí, claro, se destilan bebidas derivadas del jugo de la caña o de la melaza en muchos sitios del mundo, pero inclasificable como es, el ron tiene un carácter que, no por imposible de definir, es menos reconocible. Caribe con ron: va bien. Sin más.
[1]Capítulo 10 de la autobiografía de Franklin: http://www.let.rug.nl/usa/biographies/benjamin-franklin/chapter-10.php
[2] v. Algarabía 96 y 97, septiembre y octubre 2012, Causas y azares:«Destilados: aguardientes y licores»; pp. 84-89 y 24-29.
[3]Tambiénconocidocomo El libro de lasmaravillas o El libro del millón,redactadooriginalmente en francésantiguocomo Le divisamentdoumonde (1299).
[4]Una oz —onza— equivale a 29.5 mililitros.