La vida de Celia Florián es cocinar, sí, pero también compartir, enseñar y presumir la cocina de su amado estado, Oaxaca. “Agradezco a Dios vivir en esta época donde la cocina es tan reconocida, tan revalorada, sobre todo nuestra cocina oaxaqueña”, dice mientras prepara un mole negro en su restaurante, Las Quince Letras.
Celia creció rodeada de animales, árboles frutales, plantaciones de maíz, y con una madre y una abuela diestras en la cocina, mujeres que todos los días preparaban la comida para los mozos que trabajaban en la hacienda familiar. A los 7 años, Celia ya se encargaba de preparar el atole para los empleados; ya más grande, los tamalitos.
¿Quién iba a pensar que Celia cambiaría su trabajo en un banco por entrar de lleno a la cocina y abrir un restaurante? Pero la cocina llama, la cocina es destino. Antes de tomar la decisión de abandonar el banco, Celia pensaba que le gustaría tener un restaurante oaxaqueño para lograr un mole negro como el de su mamá y su abuela, “limpio, sin grasa, impecable”, un mole perfecto.
Y lo logró. Celia abrió Las Quince Letras en 1992.
Esta es su historia: