El buen queso es una maravilla. Es el resultado del trabajo y la pasión de gente dedicada a perfeccionar el arte del sabor y la textura de uno de los productos más antiguos que existen, el cual ha formado parte de la dieta del ser humano desde hace siglos, por lo que la industria quesera ha ido incrementando sus sabores, olores y texturas.
Un buen queso cuesta y esa perfección por la que pagas es fácil de arruinar.
Para evitar echar a perder un queso fantástico, te sugerimos:
Ya sabes de qué estamos hablando, de ese queso duro, difícil de cortar. Este es uno de los crímenes más fáciles de cometer. Todos los quesos deben ser servidos a temperatura ambiente. ¿Por qué? Nuestras papilas gustativas perciben mejor los sabores y aromas de esta manera. En otras palabras, mientras más frío el queso, es más difícil disfrutarlo; lo mejor es esperar una hora -a menos que sea fresco- antes de comer.
Una vez que hayas disfrutado el queso a temperatura ambiente, no lo metas al refrigerador expuesto. Es muy fácil que de esta forma pierda su sabor, se endurezca o tome los sabores de otros alimentos.
A nadie le gusta el queso con sabor a comida china, lo que nos lleva a…
Esto puede parecer algo muy difícil de hacer y es uno de los crímenes más comunes. El queso necesita oxígeno, respirar, si no, “se sofoca”. Debes envolverlo en material poroso, como papel para queso, papel pergamino o envolturas de plástico hechas específicamente para queso. ¿Está muy complicado? Envuélvelo con el mismo empaque con el que venía y luego mételo en una bolsa de plástico de manera desenfadada.
Si tienes acceso a un buen queso mozzarella fresco y planeas comértelo el mismo día que lo compraste, no lo metas en el refrigerador. Ahora, si compraste un queso de supermercado o de plano no piensas acabarte tu mozzarella fresco sí puedes meterlos al refri, con la condición de que después los “revivas” remojándolos durante una hora en un baño de leche tibia con sal. Suena extraño, pero funciona.
Un ejemplo de esto puede ser el queso mozzarella. Cuando pones este queso en el congelador no solo pierde su textura, lo convierte en un queso duro y seco. Cuando congelas un queso se forman cristales que afectan su estructura y su sabor. ¿Lo debes congelar? Entonces asegúrate que esté bien envuelto. Para esto necesitas envolverlo en papel, luego en plástico y finalmente en papel estaño (o de plata) para evitar los malos olores.
Existe una lógica para cortar el queso. Lo más importante es mantener la forma. Si te dan un queso de forma triangular, es por una razón, así que cuando vayas a servir tu magnífica tabla de quesos asegúrate de cortarlo de la misma manera, sí, en triángulo. Generalmente el sabor del queso es distinto en las puntas y en el centro, así que cuando lo cortas de manera natural te aseguras de probar todo el rango de sabores que ofrece esa delicia.
En caso de quesos sensibles como este, es muy sencillo maltratarlos. La corteza del brie es lo que hace que el queso tenga esa textura y ese sabor. Si necesitas quitarle la corteza a tus quesos -brie u otros- hazlo en tu plato, así no le quitarás humedad y proteínas.
Cuando la superficie del queso se expone demasiado al oxígeno es más fácil que pierda su sabor por completo; esto es lo que pasa generalmente con el queso que ya compras rallado o rebanado. Es mucho mejor invertir en un buen pedazo de queso y en un rallador de buena calidad, no te arrepentirás.
Si quieres hacer una tabla de quesos asegúrate de que los utensilios -cuchillos y tabla- estén limpios y cuidados. En caso de no hacerlo correctamente el sabor de tus quesos puede modificarse. Además, utiliza un cuchillo para partir cada tipo de queso, no querrás contaminar el sabor de uno con el sabor de otro.
No lo desperdicies. Si después de tu fiesta te sobró queso, no lo olvides en el refrigerador o en la basura, mejor busca recetas para cocinar con él. Una buena idea es hacer un quiche de quesos, por ejemplo.