Pregúntale a todos y te dirán que comer alimentos salados provoca sed. Por desgracia, aquí te traemos un recordatorio de que solo porque una creencia esté ampliamente extendida no significa que sea verdad.
Ahora, dos estudios cuyos resultados aparecen en la edición vigente de The Journal of Clinical Investigation han descubierto que comer alimentos salados realmente no provoca sed, pero sí puede provocar hambre.
Todo lo que necesitaron fue una misión a Marte simulada.
Un grupo de investigadores —provenientes del Centro Aeroespacial Alemán, el Centro Max Delbrück para Medicina Molecular y la Universidad Vanderbilt— puso a dos grupos de diez voluntarios masculinos en una nave espacial artificial para realizar dos vuelos simulados a Marte. El grupo número uno fue examinado durante un periodo de 105 días, mientras que el grupo número dos fue observado durante 205 días. Todos los hombres consumieron dietas idénticas, excepto que se les ofreció comida con diferentes niveles de sal.
Los resultados mostraron que quienes consumieron más sal tuvieron un contenido mayor de sal en la orina y produjeron mayor cantidad de ésta, nada sorprendente. Lo que sí sorprendió a los investigadores fue esto: los sujetos que comieron más sal no bebieron más agua; de hecho, quienes comieron la dieta más salada bebieron menos agua. Además, los “cosmonautas” humanos —el término científico, no nuestro— que comieron una dieta más salada se quejaron más de estar hambrientos. De manera que la sal provocó hambre en los sujetos de prueba, no sed.
Estos descubrimientos obligaron a los científicos a replantearse algunos conceptos bien arraigados.
Antiguamente se creía que la sal, en efecto, tomaba moléculas de agua y las llevaba a la orina. Pero el nuevo estudio demostró que la sal permanecía en la orina, mientras que el agua circulaba de regreso a los riñones y al cuerpo.
El estudio ocasionó que los científicos reevaluaran la función de la urea: “No es solo un producto de desecho, como hasta ahora hemos asumido”. El profesor Friedrich C. Luft del Centro Max Delbrück, explicó: “En realidad, resulta que [la urea] es un osmolito muy importante; un compuesto que se enlaza con el agua y favorece su transportación. Su función es mantener los niveles de agua cuando el cuerpo desecha la sal. Aparentemente la naturaleza encontró una manera de conservar el agua que de otra forma desecharías en la orina junto con la sal”.
Al final, el estudio cambió la forma en que los científicos entendían la homeostasis, la función gracias a la cual el cuerpo mantiene una cantidad y balance adecuados de fluidos.
¿Esto significa que la industria de los cacahuates que sirven en los bares colapsará? Solo el tiempo podrá decirlo.