Tomar el salero era un acto automático antes de dar la primera probada a cualquier platillo, hasta que distintas iniciativas como la de remover los saleros de restaurantes concientizaron a los comensales sobre los riesgos de consumir sodio en exceso, incluyendo problemas cardiovasculares, presión arterial y problemas renales. Sin embargo, disminuir las pizcas de sal no ha sido suficiente; la sal oculta en alimentos ultraprocesados se ha convertido en el motor de una epidemia.
Es un hecho que la sal es un nutrimento indispensable en la dieta, ya que ocupa un papel central en el mantenimiento de la hidratación y presión osmótica, pero esto no quiere decir que por ser indispensable debamos añadir sal a todo lo que comemos -al estilo del chef turco, ahora apodado Salt Bae-.
Combatir el consumo de sal entre la población mexicana se ha convertido en una medida clave para reducir la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares, que son la primera causa de muerte en México, responsables de más de 162 mil 837 decesos al año.
Desde 2013, aproximadamente 200 mil negocios en la ciudad de México adscritos a la Asociación Nacional de Restaurantes y la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera no ofrecen saleros en las mesas de los comensales por un acuerdo con la Secretaría de Salud de la capital para prevenir enfermedades relacionadas con el consumo excesivo de sodio.
Sin embargo, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2016, la prevalencia de hipertensión arterial en adultos de 20 años de edad o más en México es de 25.5% y lo alarmante es que el 40.0% de las personas con esta condición desconoce que padece esta enfermedad.
Hace poco más de una década, la hipertensión arterial afectaba solo a personas mayores de 40 años de edad. Hoy en día, a causa de cambios en los hábitos de alimentación y el aumento del sobrepeso y obesidad, esta enfermedad también la presentan más de 16% de los jóvenes de 20 a 29 años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos consuman menos de 5 gramos de sal (equivalentes a 2 gramos de sodio) al día, mientras que los mexicanos consumen entre 7 y 9 gramos de sal promedio diariamente.
Tener un salero a la mano dejó de ser el problema principal, lo que está provocando retención de agua en los tejidos y el engrosamiento de las paredes de las arterias es sal oculta en productos ultraprocesados.
Es cierto que la sal potencializa el sabor de muchos productos – desde productos dulces como cereales de caja, panadería y bebidas light; y otros tantos salados como comida instantánea, embutidos, comida rápida, aderezos y esas bolsitas de papas que tanto nos gusta comer entre comidas- y no es necesario sacrificar el sabor mientras se puede disfrutar de lo baratos y prácticos que son estos “alimentos” para el consumo diario.
Según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), México es uno de los más grandes consumidores de productos ultraprocesados en el mundo y si tomamos en cuenta que el 70 al 75% de sodio que consumimos viene de de productos procesados, entonces estamos en graves problemas.
En marzo se celebró la Semana Mundial de la Concientización de la Sal, campaña en la cual El Poder del Consumidor —organización integrante de la Alianza por la Salud Alimentaria— exigió que el Estado mexicano implemente un etiquetado frontal de advertencia y una regulación estricta sobre la publicidad de alimentos y bebidas para reducir el consumo de alimentos y bebidas altos en sal y así evitar muertes relacionadas a su consumo.
Mientras esto sucede es importante un análisis individual de lo que comemos diariamente para cuidar nuestro cuerpo y corazón, y unirnos al llamado “¡Menos sal, por favor!”