“Si no puedes convencerlos, confúndelos”, dijo alguna vez el expresidente de Estados Unidos Harry S. Truman, y parece que la industria alimentaria se aferra a estas palabras para el etiquetado y publicidad de algunos alimentos que forman parte de nuestra dieta.
Nos han timado con alimentos que no son lo que dicen ser. La descripción real de los productos que comemos viene en diminutas letras o simplemente son omitidos, dejando al consumidor -tú y yo- con la responsabilidad de hacer una investigación, de preguntar.
En 2015, la organización El Poder del Consumidor, A.C denunció que el etiquetado nutrimental frontal en los productos mexicanos violaba los derechos de los consumidores, es decir, el derecho a la salud, a la alimentación de calidad y a la información de la población.
Es hora de preguntarnos ¿qué comemos realmente? Aquí te compartimos los secretos de algunos productos de consumo frecuente que probablemente no sean lo que piensas que son:
“1. m. Pierna trasera del cerdo, curada o cocida entera”, es el significado que le da la RAE al jamón. ¿Y pavo? Bueno, todos sabemos lo que es un pavo.
Sin embargo, en ese sándwich “ligero e integral” que llevas a la oficina como lunch o colación realmente no tiene jamón ni pavo ni jamón de pavo. Según Ernesto de Lucas Palacio, Delegado de la Secretaría de Agricultura Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), lo que compramos como delgadas rebanadas de embutido para complementar nuestra ración proteica es una gallina molida con todo y huesos y plumas.
El delegado afirma que la importación de esta pasta de gallina va en aumento y por ahora no hay señales de cambio en un etiquetado que mencione lo que en realidad es este producto.
Será mejor que tomes 20 minutos de tu tiempo para prepararte una rica y calientita crema de champiñones casera. Basta con leer los primeros ingredientes del etiquetado para identificar el insignificante 5% de champiñones de una lata.
Eso sí, la etiqueta agrega “un saborizante idéntico al natural”. Menos mal…
Están los jugos recién exprimidos en tu esquina más cercana o los jugos que prometen purificar hasta el alma. Ambos compiten por conservar la mayor cantidad de nutrientes en el proceso de extracción. Lo que de plano no te recomendamos son los jugos de supermercado.
La cualidad de un jugo que acaba de salir de una licuadora es su fibra, ¿cierto? En esta cuestión los jugos envasados no mienten, sus etiquetas indican: “cero gramos de fibra dietética”, mientras que los porcentajes de vitaminas que presumen tener, no son relevantes, ya que no logran compensar la cantidad de azúcar que prácticamente estarías bebiendo de un refresco.
El Ministerio de Salud de Israel obligó a una de las principales marcas de catsup a etiquetarse bajo el nombre de “condimento de tomate” por su mínimo porcentaje de materia prima. El problema además del escaso tomate que cubre tus papas a la francesa es que estas botellas de catsup están cargadas de jarabe de maíz alto en fructosa, un elemento tóxico hecho de maíz genéticamente modificado que si bien no es letal sí causa distintas enfermedades como obesidad, cáncer, fallas en el hígado, diabetes y otras tantas.
Pollo 20%, zanahorias 14 %, chícharos 3 %… Ni la mitad de estas papillas están elaboradas con productos naturales para alimentar a un bebé o a un ser humano de cualquier edad.
Piénsalo, ¿cuánto tiempo puede robarte meter un montón de vegetales frescos a una procesadora? Vale la pena hacerlo.
Si alguna vez el quesito de tus esquites o una rebanada de queso panela te parecieron con una textura “plasticosa” que hizo rechinar tus dientes, entonces lo más probable es que lo que comiste era todo menos queso.
La Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) descubrió que algunos quesos refinados no cumplen con las especificaciones en el contenido mínimo de grasa butírica, porción de grasa de leche que es sustituida por grasa vegetal. Así es querido lector, has sido engañado, ya que tampoco cumple con el contenido mínimo de proteína de origen animal.
Básicamente es agua con el concentrado mínimo del cereal o leguminosa de preferencia. Su calidad nutritiva se pierde en los miles de envases de cartón que la industria nos ofrece.
Una bebida de almendra envasada, por ejemplo, contiene entre 2% a 4% de almendras.