En contraste con Barack y Michelle Obama, que introdujeron comidas y refrigerios más saludables a la Casa Blanca y promovieron la alimentación saludable a nivel nacional, Donald Trump presume la comida rápida americana dando muestras de que no lleva una dieta ni sana ni balanceada.
Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, rompe con una serie de mandatarios que han cuidado su estilo de vida y alimentación tales como George Washington, el primer presidente de la Unión Americana, que disfrutaba de frutos secos y té.
Solamente dos presidentes han compartido los gustos de Trump y han sufrido sus consecuencias: Dwight Eisenhower, el presidente número 34, que cambió a una dieta baja en grasa después de sufrir un ataque al corazón en 1955 y Bill Clinton, que ahora mantiene una dieta vegetariana. “Tuve la suerte de no haber muerto de un ataque al corazón”, dijo Clinton sobre sus hábitos alimenticios en una entrevista en 2011 con el Dr. Sanjay Gupta, corresponsal médico en CNN.
Trump es orgullosamente un aficionado de la comida chatarra y lo demuestra elogiando las hamburguesas de McDonald’s: “Las Big Macs son geniales, el Cuarto de Libra es grandioso”. En sus redes sociales -Facebook, Instagram y Twitter- difunde sus preferencias culinarias como el pollo frito Kentucky, papas fritas, hamburguesas, carne muy cocida, ensaladas césar, espagueti, caramelos y Coca-Cola Light. Jamás toma té, café o alcohol y siempre comienza el día con huevos fritos y tocino, muy al estilo americano.
Es digno de comentar también que para “celebrar” el cinco de mayo, Trump apareció en sus redes sociales comiendo tacos y diciendo que adoraba la comida hispánica, lo cual por supuesto acarreó una serie de críticas por la hipocresía de su publicación y el total desconocimiento de lo que realmente es esta comida.
Donald Trump consume este tipo de comida rápida varias veces por semana y lo justifica porque es “fácil y rápido para comer en el camino”; incluso ha sugerido eliminar las cenas del Estado porque es mejor “comer una hamburguesa en una mesa de conferencias”. Además, dice que es “buena comida” porque cumple con el estándar mínimo de limpieza.
Si su alimentación de por sí demuestra descuido, también denota cierta falta de creatividad. Durante su campaña presidencial, sus empleados sólo debían preocuparse por encontrar el McDonald’s más cercano.
El Sr. Trump “sí se cuida”, pues trata de ahorrar calorías en la pizza. “Raspo las coberturas fuera de mi pizza y nunca como la masa”, dijo a US Weekly.
Tan pronunciadas son las preferencias del señor Trump por la comida rápida, que Philip E. Beshara, un abogado con sede en Washington, bromeó en Instagram que su gabinete probablemente sería atendido por el Coronel Sanders, el Hamburglar y el Taco Bell Chihuahua.
Suzy Evans, agente literaria e historiadora, refiere que “la historia culinaria presidencial puede enseñarnos mucho sobre América en el plano social, cultural y político, sobre la diplomacia de Estados Unidos”. Por su parte, Amy Bentley, historiadora y profesora de estudios sobre alimentos en la Universidad de Nueva York, comenta que “ésta es una época de aumento de la oferta de alimentos y la industrialización de los alimentos. Para los hombres en particular, los cuerpos grandes son emblemáticos de poder”.
Con la administración y dieta de Trump, dice Bentley, podríamos ver un “retroceso a la época de la Segunda Guerra Mundial, donde los valores dominantes de la comida eran la cantidad sobre la calidad“.
La preferencia que tiene el republicano por la comida rápida pone en peligro el trabajo de los chefs en la Casa Blanca, pues está claro que se avecinan muchos cambios en la cocina presidencial. En una entrevista con la revista Vanity Fair, Roland Meisnier, el repostero que sirvió a presidentes como Jimmy Carter y George W. Bush, dijo que teme su despido y el reemplazo con chefs de restaurantes que frecuenta el mandatario.
Tom Sietsema, crítico de comida del Washington Post, agrega que el mal gusto de Trump en los alimentos podría reducir el estándar para el tipo de cocina que se sirve en la Casa Blanca, es decir, a cornflakes y a pasteles de carne.
Eso no es todo. Trump designó a un magnate de la comida rápida como secretario del Trabajo. El republicano aseguró que Andrew Puzder, dueño de la cadena de restaurantes CKE -que incluye las franquicias de Carl’s Junior y Hardee’s-, es el “candidato ideal” para el puesto por su lucha por los empleados y adelantó que peleará para salvar a “pequeñas empresas de la carga aplastante de regulaciones innecesarias”.
Ya veremos qué se sirve en la Casa Blanca y, sobre todo, qué politicas alimenticias respalda el nuevo presidente de Estados Unidos.