En el discurso, todo el mundo coincide en que la seguridad alimentaria y el acceso a alimentos saludables es un problema global. Todos sabemos que es urgente cambiar el sistema alimentario hacia un enfoque holístico para lograr un equilibrio saludable para las personas y las economías.
Según la definición de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana. Esta definición, que ya tiene más de 20 años, sigue siendo la mosca en la oreja de la humanidad.
Según datos recientes, cerca de 795 millones de personas, es decir, una de cada nueve en todo el mundo, se van a dormir cada noche con el estómago vacío. Un número que enchina la piel, sobre todo cuando se estima que con tan solo 25 centavos de dólar al día se puede dar de comer a un niño con hambre e intentar cambiar el rumbo de su vida. ¿Cómo es posible que la humanidad no haya podido resolverlo aún?
La seguridad alimentaria tampoco es igual en todos los países. En los desarrollados, los principales problemas se relacionan con deficiencias en la producción, manipulación o conservación, mientras que en países en vías de desarrollo las dificultades se vinculan con el acceso a agua potable, dietas pobres o escasez de alimentos.
América Latina tiene los mejores indicadores en la lucha contra el hambre, pero todavía quedan 34 millones de personas en la región en situaciones muy difíciles, comentó recientemente Guadalupe Valdez, embajadora de Hambre Cero de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
De acuerdo con Corinna Hawkes, directora del Centre for Food Policy en la Universidad de la Ciudad de Londres, y parte del Consejo Mundial Futuro en Agricultura y Seguridad Alimentaria, no sólo se trata de producir más alimentos, pues estos deben ser saludables y es necesario asegurar que lleguen a la gente que más los necesita.
El debate es más urgente que nunca porque se requiere una transformación de los sistemas alimentarios. No se trata únicamente de la agricultura, pues se deben producir dietas más nutritivas y saludables para todos, de forma sostenible y segura. De acuerdo con Hawkes, el Informe de Nutrición Mundial muestra que alrededor de la mitad de la población del mundo hoy sufre malnutrición en una de sus tantas formas.
La principal pregunta es cómo cambiar el sistema y cuáles son las fuerzas que producen ese cambio. Una de esas fuerzas es la tecnología, pero analizada desde una perspectiva de lo que aporta realmente y quién se beneficia de ella.
Otra área de oportunidad es la que establece la relación entre la producción y el consumo de alimentos. “Lo que la gente come recibe la influencia de lo que el sistema produce; pero la gente también vive de forma diferente, lo cual significa que come de manera distinta”, dice Corinna Hawkes. La experta reconoce que el problema para ello es que hay incoherencia entre las políticas que son creadas para impulsar la comida y los hábitos saludables, las políticas de agricultura que aún se enfocan en su mayoría en producir más y las políticas que no hacen lo suficiente por desalentar o disminuir la producción de las industrias de alimentos poco saludables.
Un tercer aspecto se centra en quién maneja el poder en el sistema alimentario. De acuerdo con Corinna Hawkes, desde la última década hemos avanzado a una situación en la que grandes empresas agrícolas se han vuelto más poderosas, en el sentido de que se han consolidado e integrado verticalmente. Según ella, la solución viene por el lado de la eficiencia, de reducir el riesgo en el sistema, de tratar de generar estabilidad en las cadenas de suministro.
Una cuarta dimensión de la solución es la inclusión. Las personas que trabajan en los sistemas alimentarios deben ser tratadas con dignidad. Producen la comida que el mundo ingiere y hay que incluir sus opiniones en la creación de políticas.
La inclusión también debe llegar al consumidor. Las dietas saludables y sustentables tienen que ser accesibles y atractivas para todos y no solamente para las élites.
En Gastromotiva vemos a la producción local como una solución real que tiene la capacidad de adaptarse a los gustos de los consumidores, contemplar y respetar la agricultura de temporada y a la vez generar inclusión y diversificación en el sistema alimentario, además de generar un impacto positivo en la huella de carbono de los alimentos.
Sugerencias de qué hacer es lo que sobra. El verdadero problema es cómo hacerlo. Creemos que el enfoque debe centrarse en las personas, entender cómo viven las comunidades más necesitadas, cómo se ven afectadas por el actual sistema alimentario y cuál es su relación con la comida y solo desde esa perspectiva generar propuestas que involucren a una diversidad de actores y tengan el potencial de generar políticas públicas. Se trata de analizar la producción sustentable y el consumo desde la perspectiva humana y de ver a la gente más que solo “consumidores”, como personas con necesidades y restricciones en sus vidas que influyen en lo que comen.
Si nada cambia, la copresidenta del Informe de Nutrición Mundial asegura que continuaremos en un sistema que trata a sus empleados de forma inadecuada, extrae el agua demasiado rápido, contamina y calienta la atmósfera; un sistema que además produce desnutrición, sobrepeso, obesidad y enfermedades por la producción de alimentos peligrosos, pues la resistencia antimicrobiana se vuelve un problema cada vez mayor.
Para cambiar realmente, lo primero que hay que hacer es conciliar la toma de decisiones, pues como dice Hawkes, distintas personas en diferentes partes del sistema toman diversas decisiones con objetivos bien definidos pero que se enfrentan unos con otros. Es necesaria una toma de decisiones más coherente para los alimentos a nivel internacional, nacional y local. También implica que las empresas analicen su negocio y se pregunten si sus medidas contribuyen a una dieta saludable y sustentable, pues si no lo hacen, deberían replantear sus modelos de producción.