Hubo una época, durante mi adolescencia, en la que era invencible. Podía bailar y beber hasta que las discotecas cerraran y llegar a las clases de las ocho de la mañana sin problema.
Pero pasaron los años y llegaron las crudas. Lo que antes era simplemente un leve dolor de cabeza y cierta sensación de náusea terminó empeorando hasta niveles insospechados. Hoy, incluso la noche más tranquila me deja la cabeza como si me hubieran golpeado.
¿Por qué empeoran las crudas con la edad? Antes de intentar encontrar una respuesta, es importante que entendamos cómo el alcohol provoca las resacas.
El alcohol produce muchos efectos en el cuerpo, varios de los cuales son responsables de las crudas. Sin embargo, todavía se desconoce el funcionamiento de muchos otros.
Se sabe que el alcohol dilata los vasos sanguíneos del cerebro y actúa como supresor de la hormona antidiurética, lo que se traduce en dolores de cabeza pulsantes y deshidratación, respectivamente.
También produce irritación en el revestimiento del estómago, provocando náusea y vómitos, y aumenta los niveles de prostaglandina E2 y tromboxano A2, sustancias también responsables de las náuseas, la diarrea y, nuevamente, de los dolores de cabeza.
Eso explica por qué sientes que mueres después de una noche de fiesta. El hecho de que te sientas tan cansado se debe a que el alcohol también inhibe la producción de glutamina, un estimulante natural. En cualquier caso, ¿por qué todos estos efectos se agravan con la edad?
Como exfarmacéutica que soy, lo que más me interesa no son tanto los elementos que propician las resacas como la forma en que el cuerpo los asimila. Durante el proceso de eliminación del alcohol del cuerpo, primero el hígado lo descompone en una sustancia denominada acetaldehído.
Aquí es donde empiezan los problemas, ya que el acetaldehído es entre 10 y 30 veces más tóxico que el alcohol y un cancerígeno conocido. Cuando se consume una cantidad pequeña de alcohol, el hígado actúa rápidamente y descompone el acetaldehído en acetato, sustancia inocua.
Sin embargo, el cuerpo solo es capaz de metabolizar una cantidad determinada de acetaldehído cada hora, por lo que si bebes en exceso se produce una acumulación de esta sustancia, provocando daños en las células y los tejidos.
La teoría que todavía no se ha podido probar señala que, con la edad, el hígado se vuelve menos eficiente, ya que pierde células y recibe menos flujo sanguíneo. Así, al beber alcohol, el acetaldehído se acumula rápidamente en el hígado y causa estragos en el cuerpo.
Asimismo, la edad disminuye la capacidad del cuerpo de producir antioxidantes para contrarrestar los efectos tóxicos del alcohol. Esto, unido al fenómeno de la inmunosenescencia (la debilitación gradual de los sistemas inmunes causada por la edad), hace que nuestro cuerpo no pueda actuar contra la inflamación y el daño que causa el alcohol con la misma eficacia de antes.
A medida que envejecemos, otra serie de factores empiezan a cobrar más importancia. Las personas adultas de más edad probablemente no sean capaces de dormir tras haber consumido alcohol debido a que este reduce la producción de la hormona del sueño, la melatonina.
La edad también altera nuestra composición corporal, lo que reduce la masa muscular, el porcentaje de agua total, y aumenta la acumulación de grasa. Es menos probable que el alcohol se distribuya en la grasa, en comparación con el músculo, lo que, unido a la menor cantidad de agua en los vasos sanguíneos, se traduce en una mayor concentración de alcohol en la sangre.
Por último, la apetencia de alcohol remite con los años: bebemos menos y, cuando lo hacemos, mostramos menos tolerancia al alcohol.
Entonces, ¿qué podemos hacer para reducir los efectos de la cruda? ¿Qué les queda a los no tan jóvenes que quieren seguir emborrachándose? Al menos deberían intentar no beber con el estómago vacío y consumir agua entre copas y antes de irse a la cama. Pero hasta que no se descubra un remedio milagroso, la única forma de evitar las crudas infernales es no beber.
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