Cuando estaba en el cuarto grado, tuve un compañero de clase llamado Alex. Había sido criado en un país de África —no recuerdo cuál— y al ser un niño de nueve años, le daba un gran placer contarnos cómo todos en África comían insectos. En el último día de clases de ese año, Alex llevó lo que recuerdo como un gusano cocinado envuelto en hojas secas, que según él era un bocadillo tradicional en África.
Fuera lo que fuera, Alex no tuvo que torcernos los brazos para conseguir que lo viéramos comerlo. Provocarle asco a otras personas es un deporte a esa edad, y esto superó cualquiera de los otros trucos de los chicos de cuarto grado. Además, ver a Alex comer el gusano fue una proposición donde todos ganamos: Si sabía horrible, lo veríamos sufrir. Si sabía muy bien, lo experimentaríamos a través de él.
En la superficie, BUGS, un nuevo documental sobre comer insectos, tiene un atractivo similar. La película sigue a tres cocineros que recorren el mundo y comen delicias entomológicas, desde larvas de hormiga hasta termitas cocidas. No es sólo una curiosidad asquerosa, los chefs Josh Evans, Ben Reade y Roberto Flore, junto con el director Andreas Johnsen, tratan de comprender el potencial de la cocina de insectos para salvar el mundo.
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Evans, Reade, y Flore trabajan con el Laboratorio Nórdico de Alimentos, una organización danesa no lucrativa que “investiga la diversidad y exquisitez de la comida.” El chef del Noma, el restaurante de Copenhague que fue elegido como el mejor en el mundo cuatro veces, y es conocido por sus platillos experimentales, inició el proyecto.
El Laboratorio Nórdico de Alimentos comenzó a investigar recetas de insectos después de la publicación de un reporte de amplia circulación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en 2013, sobre insectos comestibles y las “perspectivas a futuro para la seguridad alimentaria y la alimentación.”
Según la ONU, hay varias razones por las que debemos fijarnos en los insectos para la alimentación: En primer lugar, son muy nutritivos. Los gusanos de la harina tienen aproximadamente la misma cantidad de hierro y proteínas que la carne de vaca. Los gases de invernadero también podrían reducirse significativamente con el cambio hacia la agricultura de insectos, los gusanos de la harina generan de diez a 100 veces menos gases de efecto invernadero por kilo que los cerdos. El informe también cita el crecimiento de la población y la tensión en el medio ambiente como una razón para buscar formas radicales para aumentar el suministro de alimentos de los seres humanos y los animales.
La ONU estima que cerca de 1.900 especies de insectos son parte de la dieta humana para la gente de Asia, África y América Latina. Entonces los chefs del Laboratorio Nórdico de Alimentos plantean una pregunta radical: ¿Podría ser que comer insectos no sólo sea ambientalmente responsable, sino también delicioso?
El documental sigue al equipo a medida que viaja alrededor del mundo —a Uganda, Kenia, México, Japón, Australia e Italia— y prueba delicias locales y experimenta con la cocina de insectos. El único lugar donde alguien se enferma es Sídney, donde Reade se intoxica por comer una hamburguesa (que no estaba hecha de insectos).
En Uganda, Reade saltea una reina de termita. Cuando no está cocinada, la reina es casi totalmente líquida, así que esta preparación la endurece. “Es como una salchicha creada por Dios,” dice en el filme. El platillo terminado —servido en varios trozos delicados sobre una rebanada de mango— es “lujoso”, si le creen a Reade.
En la Ciudad de México, Reade y Evans visitan Pujol, un restaurante que sirve escamoles cocinados —larvas de hormiga— dentro de tortillas. “No consideramos esto como insectos,” explica el propietario del restaurante en la película. “Lo vemos como alimento”.
Mientras que los chefs hacen que los insectos se vean increíblemente apetecibles, hay otro tema en el documental, si comer insectos ayudará al medio ambiente. Por el hecho de que los insectos son más eficientes que los mamíferos en convertir alimentos en proteínas, ¿quiere decir que su producción en masa es una buena idea?
El filme reconoce algunos proyectos convincentes, como una granja de grillos a pequeña escala en Kenia, donde unos cuantos kilos de estos bichos pueden cultivarse y degustarse en el sitio. Otros proyectos plantean preguntas acerca de los insectos producidos en masa. En Uganda, el equipo visita una granja de saltamontes que mantiene sus focos encendidos toda la noche para atraer insectos. Los trabajadores no usan protección para los ojos, y después de pasar una noche expuestos a la luz, tanto Evans como Reade terminan en el hospital con fuertes dolores de cabeza.
¿Acaso comer insectos puede salvar la Tierra? Probablemente no. Hacia el final de la película, Evans señala que la producción masiva de insectos probablemente no pueda resolver la escasez de alimentos del mundo. Los retos de hambruna de hoy en día tienen que ver con el acceso, no con la cantidad. De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, la razón por la cual las personas pasan hambre no es la escasez de alimentos, es la pobreza, el cambio climático, la guerra, la inestabilidad de los mercados y el desperdicio de comida (el hecho de que un tercio de todos los alimentos del mundo se tiran o se desperdician).
Si bien la entomofagia no es una panacea, BUGS ofrece un mensaje más prometedor: Cocinar insectos puede ser delicioso, si somos lo suficientemente valientes para probarlos.
Para encontrar una próxima proyección de BUGS, visita el sitio web del documental aquí.