No existe ninguna prueba que demuestre que los cultivos transgénicos son dañinos para la salud de las personas o para el medio ambiente, concluyó un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Sin embargo, hay dos aspectos preocupantes que menciona el informe llamado Genetically ingeneered crops: Experiences and prospects (Cultivos genéticamente modificados: Experiencias y perspectivas), presentado el 17 de mayo: la confirmación de que insectos desarrollan resistencia al tipo de pesticidas que se utilizan en los campos de transgénicos y que malas hierbas hacen lo mismo con el glifosato, uno de los herbicidas que usan para estos cultivos.
El glifosato es polémico porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo clasificó como “probablemente cancerígeno para el ser humano”. El herbicida Roundup, creado por la empresa Monsanto, contiene glifosato y es utilizado para matar las malas hierbas.
La Academia Nacional de Ciencias de EU analizó 900 estudios científicos publicados entre 1987 y 2010 sobre el impacto de los cultivos transgénicos en la salud humana y el medio ambiente, y el informe fue supervisado por un panel de expertos independientes encabezados por Fred Gould, entomólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.
Los estudios con animales y de composición química citados por el informe no revelan diferencias en la salud al comer un transgénico y comer uno que no lo es.
Además, que con el uso de transgénicos tampoco se reduce la diversidad vegetal ni de insectos en los campos de cultivo y que, por el contrario, a veces aumenta.
Aunque el informe reconoce que los genes de los transgénicos sí invaden campos naturales, asegura que esto no ha provocado ningún impacto en el medio ambiente.
Incluso el informe destaca algunos aspectos positivos de los transgénicos. Por ejemplo, que los resistentes a ciertas plagas han beneficiado la salud humana al reducir las intoxicaciones por pesticidas y que otros, como el arroz dorado, pueden evitar millones de casos de ceguera y muerte infantil por desnutrición en países en vías de desarrollo.
Otra de las conclusiones del informe es que no hay evidencias de que gracias a los transgénicos la producción de soya, maíz y algodón haya aumentado. Esto es contrario a lo que afirma Monsanto, quien asegura que la producción de estos granos se ha incrementado en México, Rumania, Filipinas, Hawaii e India.
La comercialización de transgénicos comenzó en 1990. Después de dos décadas de producción, grupos ecologistas e individuos se mantienen críticos por los posibles efectos adversos en la salud, el medio ambiente y por consideraciones éticas, mientras que otros se preocupan porque la tecnología relacionada con los transgénicos todavía no alcanza su máximo potencial para mejorar la salud humana y el medio ambiente debido a regulaciones y fondos insuficientes para el desarrollo de la misma.