Hoy quiero darte una pequeña guía para aprender a catar un vino, una versión amigable de la guía profesional de cata.
Al probar un vino involucramos cuatro sentidos:
El color del vino depende de la cantidad de colorantes que tenga la uva. Cuando el clima es frío hay menos color y cuando es cálido hay más, pues la uva desprende más componentes colorantes. Además, un vino cambia de tono de acuerdo a la edad.
Al girar la copa para ver caer las gotas, se evalúa la “densidad aparente”, característica que te da una idea de cómo será la textura del vino en la boca, pero no determina calidad, aunque muchos así lo crean.
Primero hay que acercar la copa sin girarla e introducir la nariz completa. Al inhalar vas a percibir la intensidad que tiene el vino. Después hay que girar la copa para que le entre oxígeno y volver a olerla. Normalmente encontrarás más variedad de aromas.
Primero aparecen los “aromas primarios” que están en cada uva y se desarrollan dependiendo del clima y el suelo; generalmente son flores o frutos. Por ejemplo, la uva Sauvignon Blanc te puede dar aromas cítricos si se plantó en clima frío y aromas tropicales en clima cálido.
Después vienen los “aromas secundarios”, se generan en la fermentación y son lácteos: mantequilla, leche, yogurt, etcétera. Y finalmente los “terciarios”, los da el añejamiento (no todos los vinos tienen) y son chocolate, café, cacao, etcétera. Cuando se habla de una “nariz limpia” es porque fue fácil encontrar todos los aromas. Entre mejor sea un vino, más aromas tiene.
Al probar el vino, algo importante es que veas si efectivamente sabe a lo que habías encontrado al olerlo. Estas notas de frutas, flores, hierbas, madera, etcétera, se llaman “aromas retro-nasales”.
Además, en la boca se evalúan los sabores que percibes en la lengua de la siguiente manera:
El “cuerpo” del vino se refiere a qué tan potente lo sientes en boca y el “post gusto” a cuánto te dura el sabor del vino en la boca una vez que ya lo tragaste.
Se considera parte de la cata pues con la lengua sientes la textura del vino y percibes los famosos “taninos”, componentes que están en la piel de la uva y que generan sensación de sequedad. Cuando un tanino es “sedoso”, la sensación que produce es suave; si es “potente”, te raspa.
Lo ideal es encontrar un vino redondo: con muchos aromas, sabor agradable y buen balance entre acidez, alcohol y cuerpo. Al catar más vinos aprenderás a distinguir mejor sus características y las diferencias entre cada uno.
Recuerda: el mejor vino es el que más te guste y te quiero ayudar a encontrarlo.