Una leyenda que dice que la liberación de la vendimia 2013 de Screaming Eagle Cabernet Sauvignon sucederá en el mes de febrero de 2016 y que los que se han apuntado con años de anticipación en la lista de espera deben ponerse en contacto con la bodega para conocer si son afortunados en obtenerlo, es la que aparece en el sitio de internet de la icónica bodega californiana Screaming Eagle. Producción pequeña, altísima calidad, miles de fanáticos alrededor del mundo y un mercado que apuesta por futuros hechos líquido dentro de una botella. Y entendemos las razones.
Si hay un vino que ejemplifique el fenómeno de los vinos de culto de California, es Screaming Eagle, que debutó en 1992 y en un par de años el vino se disparó por los cielos tomando un lugar protagónico en la lista de los más cotizados, caros y de atracción de los grandes coleccionistas del mundo, una botella de Screaming Eagle 1992 alcanza un valor de hasta 7,000 dólares, dependiendo añada, sitio de compra y furor alrededor del mismo.
La tierra de esta bodega fue originalmente comprada por su fundadora, Jean Phillips en 1986, una agente de bienes raíces en el valle de Napa que sin duda sabía dónde estaban los mejores suelos y que fue comprando pequeñas parcelas poco a poco, donde no producía sino vendía uva a distintas bodegas locales.
Cuenta la historia que siguiendo el consejo de Robert Mondavi -uno de los grande expertos de la zona-, Philips se mueve de ser productor de uva a productor de vino y nace la primera cosecha de Screaming Eagle con un precio de 75 dólares la botella. En 1995, se elevó el precio a 125, en ese momento, era el vino más caro producido en California y cuando Phillips vendió Screaming Eagle, el costo del vino comprado directamente a la bodega por clientes en lista de espera era de alrededor de 300 por botella.
Bajo la teoría de oferta y demanda -y locura del vino californiano-, los nuevos propietarios levantaron rápidamente el precio de Screaming Eagle a un insólito 750 por botella y Screaming Eagle, continuó vendiendo, todo. Los precios de nuevo se intensificaron en 2010 ascendiendo a un precio de casi 1000 dólares por botella, siendo los afortunados en poder comprar el vino un número muy reducido de clientes que habían, desde hacía años, sido parte de su lista de clientes y destinatarios.
Situado en Oakville, en Napa, el viñedo de 20 hectáreas está plantado en un 60% con Cabernet Sauvignon, 30% Merlot y 10% Cabernet Franc. Los suelos y el terroir son increíblemente especiales con un microclima único que genera una maduración temprana siendo uno de los primeros viñedos en el Valle de Napa en cosechar. Más allá del precio, Screaming Eagle es uno de los mejores Cabernet Sauvignon producidos en California con intensa pureza, equilibrio, texturas suaves y un carácter único y refinado.
Con una producción actual de apenas 500 o 600 cajas y una lista de clientes en espera con acceso a pocas botellas cada uno, lo cierto es que entre la producción limitada y tan pocos lugares disponibles para comprar el vino de la bodega, Screaming Eagle se convierte en un objeto de deseo para casas de subastas en donde los precios se duplican o triplican.
Aunque en el mundo de las subastas -presenciales y en línea- son los vinos franceses los que más altos precios han alcanzado, hay vinos de otras regiones, y tal es el caso del californiano que nos ocupa, que llegan a precios muy elevados. Y los clientes los siguen comprando.
Es importante diferenciar los vinos que son caros por su cosecha, método de elaboración o prestigio de la bodega, de otros vinos que son también muy costosos pero en donde otras variables juegan papeles importantes: lotes de muy pequeña producción, vinos de los que se ha habla mucho en las publicaciones, o vinos a los que pocos tienen acceso.
Sí, Screaming Eagle es un vino de culto, un término que se le da a pocos vinos, la mayoría americanos,
provenientes casi todos del valle de Napa y con puntuaciones muy elevadas en su calificación; vinos más que apreciados casi adorados, y que se cuentan, como los buenos amigos que lo compartieron hace no mucho con nosotros en una mesa con terrinas locales, con los dedos de las manos.