Millones de botellas en todo el mundo son preciosamente resguardadas por un corcho. Se habla de las propiedades del vino, del terroir, de la importancia de los enólogos y de las variedades pero ¿y del corcho? La historia es sencilla y la producción de estas tapas naturales no ha cambiado su fundamento pues sus propiedades son realmente especiales e irrepetibles hasta ahora.
¿De qué es el corcho de una botella?
Una más de las bondades de la naturaleza. Los tapones de corcho se elaboran a partir de la corteza del árbol de alcornoque, que tiene una vida de hasta 200 años y cuyo fruto, la bellota, alimenta al cerdo ibérico y por ende da sabores y aromas a jamones ibéricos. El alcornoque vive en la zona de los bosques mediterráneos, principalmente en Portugal y España -mayores productores en el mundo-, aunque también hay en Italia, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Líbano.
La primera cosecha de corteza de alcornoque útil para el corcho inicia a los 35 años de edad del árbol. Las cosechas se realiza más o menos cada diez años, cuando la corteza es robusta para extraer el corcho y con ello conservar un vino. El asunto no es menor, largos tiempos, procesos artesanales y hoy, cierto peligro en la vida de estos árboles por su enorme demanda.
¿Cómo se obtiene un corcho?
A mano y con procesos que oscilan entre lo artesanal y lo industrial. Los recolectores cortan la corteza con procesos delicados y cuidadosos; después las dejan reposar por varios meses al aire libre al tiempo que el sol, el viento y hasta la lluvia las secan y las hacen perder su natural humedad.
Después de secarse, las planchas son hervidas para desinfectarse y para tomar aquella elasticidad particular que caracteriza al corcho. Finalmente son cortadas en forma del corcho que tapa una botella de vino -o de Champagne o de vinagre, aceite o hasta perfume- y cuya medida depende del tipo o edad del vino y del añejamiento que se busque.
El “papá del corcho”
Durante siglos, los locales utilizaron el bosque mediterráneo para extraer leña y madera, pero hacia la segunda mitad del siglo XVII, un monje francés llamado Perignon -que después da nombre a la reconocida Champagne- descubrió las cualidades especiales que esa materia daba para cerrar las botellas de vino y comenzó toda una nueva industria y destino del alcornoque.
Los tapones de corcho permitieron a partir de entonces no sólo guardar y almacenar vinos de manera segura, sino añejar el vino durante períodos prolongados y con ello otorgarle otras propiedades que desarrollan después de ser embotellados.
Un corcho para cada vino
Para cada botella, tipo de vino o mercado al que es ofrecido, hay un corcho especial. Unos más especiales y naturales, oros elaborados a partir de las sobras de otras producciones…hay un corcho para cada gusto, cada uno de ellos con particularidades.
*El natural: un producto natural en todo su contenido, el cual garantiza un sellado ideal y se convierte en un jugador importante en la evolución del vino. Es el tapón de corcho con mejor reputación que, de acuerdo a su calidad y precio, tiene clasificaciones. Se encuentran en productos de alta gama y vinos premium.
*Para espumoso y burbujas: son tapones especialmente elaborados para champagne, cavas, vinos espumosos y sidras. Tienen un diámetro mayor al de los tapones normales pues deben contener la gran presión que tienen las botellas de un vino con gas.
*Los aglomerados: estos se fabrican a partir de granulados de corcho y de materiales de corcho que ya no se utilizaron en la producción de tapones naturales, que se vacían en un molde. Los tapones de aglomerado, las opciones más económicas, se utilizan para guardar vinos jóvenes que no requieren mucho añejamiento y en vinos de precios accesibles.
*Corcho con cápsula: se formal de la mezcla de un corcho en cuyo extremo superior hay una cabeza ya sea de madera, PVC, vidrio, u otro material y resulta ideal para botellas resellables y que deben volver a taparse como es el caso del vino de Jerez, el moscatel, los vinos de Oporto, brandy, cognac, aguardientes y otros destilados.