Hace catorce mil años unos ingenieros genéticos empezaron a provocar toda clase de mutaciones en las especies vegetales de la Tierra. No eran extraterrestres equipados con rayos mutagénicos llegados desde el planeta X, sino el inicio de la agricultura a gran escala del ser humano.
Estos sembradores humanos empezaron a plantar únicamente los cereales silvestres que tenían semillas más grandes y la cáscara más fácil de pelar, lo que propició una selección artificial, obrando así, inadvertidamente, en el ADN de sus cultivos. Así se convirtieron, a juicio del asesor de cosmología de New Scientist, Marcus Chown, en su libro El universo en tu bolsillo:
“Las plantas que mejor proliferaban eran precisamente aquellas que podían tolerar mejor los entornos artificiales creados por los humanos. Eran plantas que crecían con rapidez incluso pese a estar expuestas al tórrido sol de campos desprovistos de la sombra de árbol alguno, o que medraban con fuerza aun estando plantadas en hileras muy juntas y apretadas. Pero tanto si la que intervenía en ese momento era la selección natural como si era más bien la artificial, lo cierto es que estaba actuando conforme a un designio humano. Por primera vez en la historia, las personas dirigían la evolución de otras especies.”
Cuatro mil años después, los cereales cultivados habían divergido hasta tal punto de sus parientes silvestres que formaban ya una especie diferente. Luego pasó lo mismo con el guisante, y con el olivo. Gracias a la agricultura dejamos de ser cazadores-recolectores, y nos pudimos asentar en poblados,con más tiempo libre para pensar e innovar (aunque ello también parece que propició el machismo, según algunos autores).
La razón de que la agricultura naciera entonces es porque antes vivíamos en un periodo glacial que duró miles de años, y antes de ese período, cuando la agricultura podría haber florecido, los seres humanos no eran lo suficientemente inteligentes como para ser ingenieros genéticos.
El excedente alimentario significó que no solo hubiera comida para más gente, sino también que se pudiera almacenar. Los ingenieros genéticos actuales, mediante los transgénicos, están intentando hacer algo similar a lo que hicieron nuestros antepasados, pero de una forma más controlada y menos perniciosa para el medio ambiente, tal y como Matt Ridley en su libroEl optimista racional a propósito de algunos movimientos ecologistas:
“Primero dijeron que la comida podía no ser confiable. Después de un trillón de platos genéticamente modificados sin un solo caso de enfermedad humana causada por comida genéticamente modificada, ese argumento se ha desvanecido. Después argumentaron que era antinatural que los genes cruzaran la barrera de las especies. Sin embargo, el trigo, el cultivo más grande de todos, fue una fusión antinatural: “poliploide” de tres plantas silvestres, y la transferencia horizontal de genes está surgiendo en muchas plantas, como la Amborella, una planta de flores primitiva que tiene secuencias de ADN que tomó de musgos y algas. (El ADN ha sido incluso detectado saltando naturalmente de serpientes a gerbos con la ayuda de un virus). Después dijeron que las plantas genéticamente modificadas eran producidas y vendidas con fines lucrativos, no para ayudar a los agricultores. Lo mismo es cierto de los tractores. Entonces intentaron recurrir a la extravagante teoría de que los cultivos resistentes a herbicidas podrían cruzarse con plantas silvestres y resultar una “super hierba” que sería imposible de matar con ese herbicida. Todo esto provenía de las personas que desde un principio estaban en contra de los herbicidas, así que ¿qué podría ser más atractivo para ellos que declarar al herbicida como inútil?”
Con la manipulación genética de la agricultura nació la civilización tal y como la conceptuamos actualmente. Por primera vez, el ser humano podía vivir toda su existencia en un mismo sitio. También se produjo un excedente de comida, porque la agricultura puede alimentar entre diez y cien veces más personas por kilómetro cuadrado que caza y la recolección. Al haber más comida, creció la población. Al haber más personas, también se obligó a la especie humana a continuar mejorando la agricultura.
Como el ser humano ya no era un nómada y no se veía obligado a estar en perpetua mudanza, no era necesario que todas sus pertenencias las pudiera llevar consigo: por primera vez se podían acumular pertenencias, lo que favoreció la fabricación de cosas y, por extensión, el comercio de las mismas. Como también había más comida, se podía alimentar a soldados fuertes que protegieran el asentamiento. Y, sobre todo, se podía alimentar a un jefe que dirigiera toda la organización. Por primera vez, se pasaba de un estilo de vida igualitario de los cazadores-recolectores a uno estratificado. Las primeras manipulaciones genéticas produjeron todo eso.
Hasta aquí hemos descubierto las capacidades para la ingeniería genética de los seres humanos en el ámbito de las plantas, pero no hemos de descuidar al reino animal, pues los primeros ingenieros genéticos también capturaron y domesticaron grandes mamíferos y los cruzaron para obtener ejemplares más pasivos o más ricos en carne.
La primera vez que se domesticaron animales para usos como fuerza motriz para tirar de arados fue por el año 8000 a. C, en elCreciente Fértil, es decir, la franja territorial que se ubica entre los ríos Tigris y Éufrates, en las actuales Irak, Siria y Turquía. Los primeros animales que fueron sometidos a esta doma genética fueron las ovejas y las cabras. En el 7500 a. C. fueron cerdos y gusanos de seda en China.
La importancia de los animales para los seres humanos incluso fue superior al de las plantas, como sostienen investigadores como la antropóloga estadounidense Pat Shipman, que ha llegado a afirmar que el habla humana podría haber surgido por la necesidad de intercambiar conocimientos sobre los animales.
El ser humano incluso ha domesticado genéticamente a animales para que estos les sirvieran de compañía. Es el caso del perro, por ejemplo, que rara vez sirve de alimento y que, a decir verdad, compite con los seres humanos por los mismos recursos alimenticios. Los perros fueron domesticados hace ya, al menos, 17.000 años, y puede que incluso hasta 32.000 años atrás, segúnlos análisis de un cráneo de perro fosilizado realizado por el equipo dirigido por Mietje Germonpré, del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales en Bruselas.
Los nuevos hitos en manipulación genética, más controlados y seguros que aquéllos, nos permitirán llegar mucho más lejos que nunca: alimentos más ricos en vitaminas y minerales (como el arroz dorado), mayor eficiencia en la agricultura, evitar la matanza de animales para obtener su carne y un largo etcétera que ni siquiera somos capaces de imaginar a una década vista. Todo ello sin todos esos riesgos que esgrimen los agoreros, los aquejados por elsíndrome de Frankenstein o los que sencillamente no han consultado los metaanálisis sobre los estudios de transgénicos, como este de 1.783 estudios.
Esta nueva era de manipulación transgénica facilitará incluso que nos asentemos en otros planetas como lo hicimos antaño en nuevos territorios. Es lo que opinan expertos como Salvador Mirete, doctor en genética del Departamento de Ecología Molecular del Centro de Astrobiología e Madrid. Como explica en una entrevista publicada en Exploradores del futuro, el libro de Juan Scaliter, Mirete trabaja con bacterias del río Tinto, en Huelva:
“Estas son bacterias resistentes al arsénico, al mercurio, al cadmio y a otros metales. Lo que estamos haciendo es implantar los genes que les dan esta capacidad en bacterias E. coli, que son fácilmente manipulables en laboratorios. Luego la idea es introducir estos genes en plantas transgénicas para ver si pueden utilizarse como herramientas de biorremediación (el proceso que utiliza microorganismos, en este caso bacterias, para que un sitio alterado por condiciones ambientales adversas, recupere su condición original) y que sirvan en un proyecto de terraformación: en un futuro estas plantas podrían llegar a ser capaces de poblar otro planeta.”
Sin embargo, aquellos primeros ingenieros genéticos inconscientes y torpes, aún balbuceantes, iniciaron una revolución que transformó la especie humana tras la última glaciación, tal y como concluye Marcus Chown:
“Todo lo que ha ocurrido desde entonces ha sido consecuencia de aquello: el nacimiento de un estilo de vida sedentario (en pueblos, primero, y luego en ciudades), el surgimiento de oficios especializados, la creación de élites gobernantes, la aparición de la escritura, la invención de la guerra y la formación de imperios, etcétera. En el 8500 a. C. echó a rodar una bola que ha sido imparable desde entonces y que, todavía hoy, no deja de cobrar renovado ímpetu.”