Los mercados callejeros de frutas y verduras en muchas ciudades de América Latina son una verdadera explosión de colores y sabores.
Formas extrañas y olores desconocidos que hacen gala de una variedad asombrosa.
Pero por más variadas que nos puedan parecer estas especies a quienes estamos acostumbramos a hacer la compra diaria en un simple supermercado de barrio, los productos disponibles solo representan una mínima fracción de las especies que podemos comer.
De más está decir que no se trata de una falla de los mercados latinoamericanos, ni de los asiáticos, africanos o los que sea que tomemos como ejemplo.
El hecho es que de las 400.000 especies de plantas que existen en el mundo cerca de 300.000 son comestibles. Y de estas 300.000, sólo consumimos alrededor de 200.
Es más, más de la mitad de las proteínas y calorías que tomamos de las plantas provienen de tres cultivos: maíz, arroz y trigo.
Pero si las opciones son tantas, ¿por qué la humanidad se alimenta sólo del 1% de las plantas comestibles?
“Hasta ahora, la explicación apuntaba a que lo hacíamos para evitar el consumo de plantas tóxicas“, le explica a BBC Mundo John Warrer, profesor de Botánica de la Universidad de Aberystwyth, en Reino Unido, y autor del libro “La naturaleza de los cultivos”.
Sin embargo este argumento, dice, no tiene fundamento. “Muchas de las plantas que comemos son originalmente tóxicas, pero a lo largo del tiempo nosotros y otros animales hemos encontrado la forma de lidiar con estos componentes tóxicos“.
Warren se refiere a los procesos de domesticación que fueron eliminando las sustancias venenosas en las plantas y a procedimientos más sencillos como la cocción que hace a las plantas digeribles.
“En realidad, lo hacemos porque elegimos deliberadamente comer plantas que tienen una vida sexual muy aburrida”.
La vida sexual aburrida, asegura Warren, es lo que garantiza el éxito de una planta como cultivo.
Entiéndase por aburrida a una planta que se reproduce por un mecanismo de polinización muy generalizado como puede ser el viento o los servicios de insectos comunes como las abejas.
El caso más obvio para explicar por qué la posibilidad de domesticar una planta se ve limitada si su vida sexual es compleja es el de las orquídeas, señala Warren.
“Son las pervertidas del mundo de las plantas. Tienen flores y hábitos sexuales extraños. Más allá de eso tienen el potencial de ser cultivos útiles”.
Aunque hay unas 20.000 especies de orquídeas y muchas podrían ser buenas como alimento, sólo cultivamos una para el consumo (la orquídea de la vainilla, cuya polinización -que se hace manualmente- resulta viable debido a su alto valor de mercado).
La razón por la que no las cultivamos, dice Warren, “es que tienen una vida sexual rara”.
Para reproducirse, deben ser polinizadas por una especie específica de insecto, y tanto éste como la orquídea dependen el uno del otro para su supervivencia.
Si uno trata de cultivarlas lejos del hábitat de este insecto, no darán semillas y en última instancia fracasarán como cultivo.
Así, explica Warren, acabamos con “los 10 cultivos más importantes del planeta (maíz, trigo, arroz, papas, mandioca, soja, boniato, sorgo, ñame y plátano), que en su mayoría se polinizan con la ayuda del viento, sin necesidad de insectos”.
Si las plantas de las que depende nuestra dieta son aquellas en las que los insectos no juegan un rol crucial, cabe preguntarse por qué entonces preocupa tanto el declive que están sufriendo las poblaciones globales de abejas, uno de los principales agentes polinizadores.
“Es importante, pero las abejas no participan en los cultivos que nos dan las calorías. Ninguno de los 10 cultivos mencionados antes será afectado por la muerte de las abejas”.
“No obstante, si las abejas mueren, se verán afectadas las frutas -las manzanas, las peras, las fresas, por ejemplo- y eso perjudicará nuestra ingestión de vitaminas, la calidad de vida, y empeorará nuestra salud. Pero no nos vamos a morir de hambre”, le dice Warren a BBC Mundo.
El botánico cree que es importante aumentar el número de especies que cultivamos, poniendo énfasis en aquellas que demandan menos recursos.
“Tendimos a domesticar plantas muy nutritivas pero que necesitan muchos fertilizantes. Deberíamos cultivar nuevas plantas con sistemas nutritivos inferiores pero más sostenibles en el futuro”, explica Warren.
Y a diferencia de nuestros ancestros, ahora que sabemos la dificultad de cultivar plantas de vida sexual compleja, podemos hacer cosas para superar estos obstáculos, añade.
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