Siempre hemos tenido predilección por las sopas frías. De verduras y hasta de frutas, cuando las sopas se sirven en frío le ofrecen al comensal un juego de sensaciones y sabores diferentes al paladar —y mientras el día lo permita y el calor lo amerite— son una verdadera bocanada de frescura.
Esta receta nos la compartió estos días una cocinera del Valle de Guadalupe, doña Dolores, quien a su vez la aprendió años antes de una cocinera chilena que visitaba aquella tierra de aceitunas durante un verano.
La preparación es sencilla y el resultado divinamente fresco y lleno de sorpresas pues tiene una base de palmito, ese gran producto que se obtiene del corazón de algunas especies de palmeras de América del Sur. Servirlo con un poquito de aceite de oliva por encima lo hace incluso más rico y, claro, un vino blanco o rosado bien fresco para acompañar.
Licuar el consomé de pollo o verduras con el palmito hasta estar bien mezclado. Incorporar a mano el yogurt natural y revolver; sazonar con sal y pimienta.
Meter al refrigerador —al menos un par de horas en el refrigerador— y servir bien fría con rebanadas de aceituna negra y hojuelas de almendra por encima.