¿Qué diferencia a las botellas de vino? Cada bodega alberga botellas de distintas formas, tamaños, capacidades y materiales, cada una dependiendo del caldo que resguarde.
El libro El ABC del vino, de la autoría de Jesús Díez publicado por Editoriales Larousse dedica algunas páginas al complejo mundo de las botellas y los corchos, que sin duda te acercará un poco a esta cultura. Este es un fragmento del texto que comparten para los lectores de Animal Gourmet.
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La botella es importante, ya que nos proporciona, además de la primera impresión, junto con las de etiqueta, una protección contra el vino. Todas las botellas están hechas de vidrio, que es un material inerte. Esto quiere decir que el vino no sufre cambios debido a este material, aunque sabemos que la última fase de evolución el vino la consigue ahí.
El vidrio por lo general está hecho de sílice y un colorante llamado óxido ferroso, que le confiere ese típico color verdoso. También las hay de color marrón, pero está en desuso. El color verde de las botellas tiene diferentes tonalidades y es decisión de los enólogos y dueños seleccionar el que más satisfaga a sus gustos. La tonalidad verdosa ayuda a los vinos, ya que filtra los rayos ultravioleta del sol, responsables de la decoloración en los tonos rojos, con lo que se perdería una carga importante de vino.
La botella de vidrio, desde las antigüedades, son consideradas ideales para la guarda del vino, ya que es un material inerte. En muchas casos, se pintan de color verdoso o café para evitar que los rayos ultravioleta decoloren el vino en los tintos mas comúnmente.
Las botellas se han utilizado como un distintivo de la zona desde años, sabemos que existen botellas tipo borgoñes (de Borgoña), bordelesa (de Burdeos), alsaciana (de Alsacia), de bolsa de cabra o bockbeutel (de Francia), la champañera (de Champagne), la de Chianti o las jerezanas y de Oporto con formas particulares. De hecho, ya en el año 1560 se utilizaban distintivos en botella para la zona de Rioja, hasta llegar a los nuevos diseños de botellas troncocónicas, con más vidrio o formas caprichosas.
Esas formas diversas ayudan en cierta manera a saber cómo es el vino. Si encontramos una botella tipo alsaciano, el vino que probablemente contenga será blanco, fresco, ligero y de buena acidez, aunque hay casos en los que los tintos también tienen cabida en estas botellas.
Las bordelesas son las botellas que mas encontramos en el mercado. Tienen un cuello y bajan a una zona que llamamos “hombros”, notorias y evidentes, porque adquieren esa forma en donde se ensancha la botella. Se usa por lo general para los vinos de añejamiento que pudiesen tener sedimiento y con esa forma es mucho más fácil decantarlos y eliminarlo.
Las botellas tipo borgoñés, a diferencia de las bordalesas, no suelen tener hombros, con lo que el producto que contienen seguramente no tendrá mucho sedimiento y el decantado se haría sólo en ocasiones especiales.
Además de la forma, y el tamaño de la botella es muy importante. Las más conocidas son las botellas de 750 y de 375 ml.
Comercialmente, son las que mejor conservación nos dan en los vinos. Existen algunas de volúmenes superiores, como las márgum una botella doble que contiene 1500 ml.
Dentro del sinfín de tamaños y formas que existen de botellas, tenemos desde las que dan una copa hasta las que se abren en la boda de una hija con 30 litros de capacidad. Del volumen depende la conservación, a mayor volumen mejor conservación.
Estos son los tamaños:
En la actualidad encontramos en el mercado botellas de todos tipos, pero las que están revolucionando el mercado son aquellas en las cuales, la cantidad de vidrio es mayor, por eso son más pesadas y gustan más a la gente. Para producirlas, el costo es mayor que lo normal por la cantidad de vidrio.
Todas las botellas tienen en la parte de la base una concavidad que les sirve para dar estructura al vidrio. A diferencia de lo que suele pensarse, no es para retener sedimientos o servir el vino.
La concavidad será más profunda de acuerdo con el peso de la botella o la cantidad de vidrio, así como por el uso que se le dará.
Por ejemplo, las que son de vino espumoso necesitan resistir presiones altas de gas carbónico y, por ello, hace falta más resistencia y en consecuencia más concavidad.
El corcho proviene de un árbol llamado alcornoque, el cual genera una corteza como protección del medio ambiente. Esa corteza es el corcho. A diferencia de lo que se ha dicho, el corcho es renovable, por lo que no es necesario talar el árbol, sólo se elimina la corteza después de varios años, cuando tiene espesor y madurez.
El corcho lo descubrieron los portugueses y lo usaron para tapar sus contenedores y ánforas por sus propiedades de elasticidad e impermeabilidad. Hoy se utiliza para el taponado de las botellas.
Los hay de muchos tamaños y calidades y se escogen tomando en consideración la calidad del vino.
Una de las características del corcho es su gran comprensibilidad, ya que el aire constituye 85 % de su volumen y eso le permite comprimirse para introducirlo en la botella y, cuando se expande dentro, se convierte en un cierre hermético cuya fricción ayuda a que no se salga de su lugar. Otras características son su calidad de aislante térmico y un poder de recuperación importante, ya que cuando lo sacamos de la botella tiende a recuperar su tamaño normal. Es además incorruptible, impermeable, antihumedad, resistente a grasas y disolventes, de gran ligereza y, seguramente, muchas cosas más.
El corcho presenta calidades diferentes. Podemos analizarlo al sacarlo de la botella. Lo primero que hay que ver es su longitud. Los corchos de mayor calidad tienen 55 mm. De ahí disminuyen hasta llegar a los 45 mm en vinos de calidad y, menor a esa medida, para los de calidades bajas. Otro de los aspectos por analizar en el corcho es su estructura: hay que cerciorarse de que las paredes estén lisas y libres de imperfecciones.
También puede analizarse si al apretar el corcho por la barriga tiene elasticidad o no, pues esa memoria del corcho indica que tiene humedad y posiblemente la botella estaba en posición acostada en su guarda, indicativo de que la conservación fue buena.
Existen corchos de aglomerado elaborados con los recortes comprimidos para dar la forma. Este tipo de corcho es de menor calidad y menor costo, por lo que se encontrará en vinos de consumo rápido y precio económico.
Existen hoy en día, y desde hace unos 15 años, tapones sintéticos que cumplen la misma función que el corcho. De hecho, la tecnología ha creado copolímeros de polietileno con microaireación para simular las condiciones del corcho. La aplicación de estos corchos economiza la producción del vino y no debemos asustarnos cuando al descorchar salga un tapón de color rojo.
Los tapones sintéticos se utilizan para vinos de consumo rápido y económicos, mientras que el corcho se sigue utilizando para los grandes vinos de guarda, posiblemente porque al sintético le faltan años de estudio y adaptación tecnológica para saber que pasará en el futuro.
Dentro de este tipo, vamos a incluir también la taparrosca o screw cap, que gana aceptación por la facilidad para destapar sin descorchador y por su sello hermético. En esta modalidad se están desarrollando taparroscas con una ligera microaireación para dar al vino ese toque de aire que el corcho suministra.
Quercus Suber es el nombre del llamado alcornoque, cuya corteza resistente al fuego es el corcho, perfecto para cerrar los vinos. El corcho es un elemento indispensable en calidad para que los vinos reposen con seguridad durante largos años en la cava.