Muchos dicen que, con la omnipresencia de lo digital, echan de menos hacer cosas con sus manos. Tocar, oler; tardar una eternidad en dar vida a algo que, seamos realistas, puede fabricarse de forma mucho más efectiva con una máquina.
En un término medio entre ese romanticismo y la superproducción de objetos de usar y tirar se situaría la cultura maker. Este movimiento surgido en EE UU pretende recuperar la producción artesanal pero valiéndose de los medios que proporciona la tecnología.
Un buen ejemplo de eso son las impresoras 3D, que permiten que el artista desarrolle su creatividad a través de herramientas digitales. «En un momento de la historia, los artesanos hacían productos y la gente adquiría los que necesitaba. Con la llegada de la revolución industrial, todos empezamos a consumir objetos como locos y luego, en la era digital, muchos de los productos tangibles pasaron a ser digitales. El hecho de volver a poseer objetos físicos que además podemos diseñar y producir nosotros mismos genera un valor añadido, supliendo esa “necesidad” de posesión y adoración del objeto tangible. Creo que la impresión 3D recupera el romanticismo por el objeto físico usando lo digital y lo tecnológico como herramientas», opina Cecilia Tham, Mastermind de MOB y FabCafe Barcelona.
El primer FabCafe nació en Shibuya, Tokio, cuando los costes de ese tipo de impresoras aún eran altos. El abaratamiento de las mismas ha sido rapidísimo, y ahora es posible hacerse con una por menos de 1.000€. Pero los FabCafe siguen teniendo sentido por lo innovador de su formato y porque te permiten aprovechar esos momentos de interacción con los demás durante los largos minutos que tardan las figuritas en imprimirse. En ellos puedes tomar algo al tiempo que fabricas un soporte para sujetar tu móvil en la bicicleta, diseñas joyas o grabas la cara de tu hija en una plancha para decorar su tarta de cumpleaños.
Después de la apertura de un filial en Taipei, Taiwán, el FabCafe llegó a Barcelona hace poco más de un año. En concreto, a la calle Bailén, en el Eixample. «Las referencias de Barcelona en diseño, arte y tecnología son incuestionables e históricamente ha sido uno de los grandes epicentros de la cultura artesanal, así que sin duda, es un buen campamento base para el desarrollo y la evolución del movimiento maker», explica Cecilia Tham. Este FabCafe se inscribe dentro del espacio de coworking MOB (Makers of Barcelona). Dispone de impresoras 3D, scanners 3D y una cortadora láser.
Los usuarios que acuden al café tienen perfiles muy diversos. Hay diseñadores que utilizan las impresoras 3D para hacer joyas, estudiantes de diseño y arquitectura que las usan para sus proyectos, personas que necesitan piezas concretas para elaborar sus prototipos… «También hay quienes muestran una gran curiosidad por este nuevo entorno creativo y simplemente quieren imprimir algunos de los diseños que han visto en plataformas como thingiverse.com», añade Tham, a quien le gustaría poder sumar a la oferta de su espacio impresoras para imprimir comida, que a día de hoy no son muy comunes.
Más allá del lado creativo, el movimiento maker lleva años ganando adeptos porque tiene una vertiente de responsabilidad social y medioambiental: «Cuando una persona consume su propio producto, está cinco veces más implicado con él emocionalmente. Si el jersey tiene un agujero, no lo va a tirar. Por tanto, el movimiento maker impulsa un sistema productivo y de consumo sostenible y fomenta la creación de un consumidor consciente», explica Tham. Y concluye: «El movimiento maker supone un cambio de mentalidad integral, de la pasividad a la proactividad en todos los aspectos. Ahora debe haber un 10% de personas con la mentalidad suficientemente abierta que son los que están cambiando el mundo. Los demás están mirando. Pero esto evolucionará».
Además, conviene recordar que, cuando la fabricación digital esté más avanzada y sus costes sean más asequibles, podrá utilizarse en áreas como la reparación, la innovación, la salud (actualmente, ya se están imprimiendo prótesis open source, y existe la posibilidad de imprimir tejidos humanos en el futuro) o la gastronomía: «Imprimir comida ya es posible pero, en un futuro, por ejemplo, yo podré enviarte un archivo para que la receta de un pastel se imprima en la impresora 3D de tu casa». Curiosidades aparte, Cecilia Tham opina que «lo más interesante y excitante es que aún queda mucho por descubrir y por inventar».
De momento, en el periodo de poco más de un año que lleva abierto al público FabCafe Barcelona, sus paredes ya han sido testigos de múltiples historias. Por ejemplo, la de la diseñadora brasileña Bianca Cheng Constanzo, que realizó varias pruebas con la cortadora láser antes de lanzar la exitosa campaña de crowdfunding que le permitió comercializar Bloomblanket, una manta inspirada en el origami. O la del «ingeniero del papel» Yeray Pérez, conocido profesionalmente como Carbonara, otro maker que ha hecho de FabCafe Barcelona su taller; o las joyas interactivas de Alicia Way / Away.
El espacio también es promotor de iniciativas como Expert in Residence, que pusieron en marcha con la compañía de producción de maquinaria láser Trotec y para la que pueden enviarse propuestas creativas. Este 1 de julio abre la inscripción la cuarta convocatoria de los YouFab Global Creative Awards. El galardón está organizado conjuntamente por los cuatro FabCafe, el de Tokio, el de Taipei, el de Bangkok y el de Barcelona, y su objetivo es reconocer y fomentar la fabricación digital desde un punto de vista creativo.