En la cultura occidental, cuando algo está roto deja de servir y debe ir a la basura. En la cultura oriental, en la japonesa específicamente, se repara y las marcas que quedan relatan la historia del objeto y lo hacen más bello. Se trata de encontrar la estética en la imperfección.
Como parte de esta filosofía surge el kintsugi, una práctica antigua de reparar objetos de cerámica —como vasos, platos, tazones, teteras y cualquier otra cosa— con laca y polvo de metales preciosos.
De acuerdo con la teoría más aceptada, el kintsugi fue creado hace más de 500 años cuando el shogún Ashikaga Yokimasa rompió dos de sus tazones de té preferidos y los envío a China para que fueran arreglados por expertos artesanos. Sin embargo el trabajo, realizado con grapas metálicas, no fue del agrado del gobernante y decidió entregárselo a un artesano de su país. ¿El resultado? Belleza única que muestra la historia de un objeto y, por lo mismo, es más apreciado.
Existen tres tipos básicos de esta técnica también conocida como el arte de reparar con oro. La primera consiste únicamente en unir las piezas con resina y polvo de oro —o plata—; la segunda se utiliza cuando falta una parte y se tiene que restaurar el fragmento completamente con el barniz y el polvo metálico.
La tercera —la más complicada y considerada digna de un maestro del kintsugi— consiste en utilizar un fragmento de otro objeto de cerámica distinta para acompletar la pieza, además de la laca y el polvo.
Kintsugi: The Art of Broken Pieces from Greatcoat Films on Vimeo.