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Saladorama: un innovador negocio social que lucha contra la comida basura en las favelas

Por Animal Gourmet

Cuál es la relación entre un premio Nobel bengalí, un joven estudiante de Ingeniería de los Alimentos y la primera favela pacificada de la Río de Janeiro? Respuesta: una ensalada hecha con productos ecológicos y distribuida a precios populares entre los habitantes de las clases más desfavorecidas, que jamás tendrían acceso a la comida sana. «Tiene hasta 18 ingredientes y cuesta menos que un menú del McDonald’s», subraya Jamilton Henrique, creador de la empresa Saladorama.

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Este joven de 26 años tuvo la idea de popularizar el acceso a la comida ecológica en Brasil, un país que desde 2008 se ha convertido en el mayor consumidor de pesticidas del mundo, como muestra este documental. «Empecé a preguntarme por qué una ensalada es tan cara en nuestra ciudad. Quería crear una alternativa porque el acceso a una comida saludable es un derecho de todos», cuenta Hamilton.

Cuando se enteró de que el equipo del premio Nobel Muhammad Yunus, el creador del concepto de microcrédito, iba a abrir una incubadora de proyectos en Brasil, presentó el suyo el pasado mes de diciembre. Hizo un plan de negocios y se asoció con la nutricionista Mariana Fernandes, que se encarga del menú.

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«Mi objetivo era poder entregar ensaladas ecológicas a domicilio por 10 reales (unos tres euros), incluidos los costes de transporte. Los clientes pueden hacer el pedido por Facebook e incluso escoger los ingredientes», explica Hamilton. Para ofrecer este precio competitivo a las clases D y E, es decir, habitantes de las favelas y personas con rentas bajas, Saladorama ha desarrollado una estrategia de organización y de marketing muy peculiar.

Lo primero ha sido alcanzar un acuerdo con la huerta ecológica de Petrópolis, localidad de la sierra de Río de Janeiro, para que ofrezcan la materia prima casi a la mitad de precio. «Es su forma de apoyar nuestra startup», señala Hamilton. El segundo paso ha sido ubicar la base de operaciones, es decir, almacenaje y cocina, en la favela. Santa Marta está situada estratégicamente en la parte sur de la ciudad, la zona de mayor renta per capita. «El equipo de Yunus Brasil me ayudó a ampliar mi red de contactos, a establecer alianzas y a gerenciar mi negocio», revela.

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Desde el pasado mes de marzo, Saladorama ha empezado a producir a pleno ritmo. De media, venden un centenar de ensaladas por semana y distribuyen en una decena de barrios, con una facturación que ronda los 6.000 reales por mes (1.765 euros). «A las clases A, B y C vendemos las ensaladas al doble de precio. Está política diferenciada nos permite que la empresa sea rentable, al mismo tiempo que creamos una demanda en las favelas, donde la gente jamás se habría planteado comer sano», añade el joven empresario.

La expectativa es que recuperen la inversión inicial de 16.000 reales (4.700 euros) en el segundo semestre de este año. «De momento, ya hemos conseguido el primer objetivo: tenemos clientes tanto en los áticos de Ipanema, como aquí, en la favela», revela Hamilton.

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«Yo no era un gran fan de las ensaladas, pero antes aquí, en la favela, solo conocíamos la ensalada de lechuga y tomate. Con Saladorama descubrí que una ensalada puede llevar mucho más: berros, coliflor, brócolis, rúcula, queso… Enseguida entendí que el proyecto de Hamilton podía cuajar en mi comunidad». Gilson Fumaça es morador de Santa Marta, guía turístico y empresario. El año pasado abrió en su casa un albergue para aquellos turistas que quieren conocer el día a día en una favela pacificada. «En la época del Mundial llegó a haber 40 personas aquí. Incluso tuve que alquilar mi cuarto», recuerda Gilson.

Su albergue no fue escogido por la incubadora de Yunus porque estaba prácticamente terminado. «Solo pedía un ordenador», afirma Gilson, que se interesó por el proyecto de Hamilton y se ofreció a colaborar. Hoy Gilson es un facilitador dentro de la comunidad: conoce a todo el mundo y puede ayudar a difundir el mensaje de Saladorama entre los habitantes de la favela, para que empiecen a comer sano a un precio asequible. «La comida sana es un nicho de mercado para nada explotado en la favela», señala este guía turístico.

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Lo curioso es que el carioca y el bengalí se conocieron en 2011, durante una visita del economista al Morro Santa Marta. Fumaça fue el guía turístico encargado de acompañarle. Jamás habría imaginado que, cuatro años después, acabaría presentando un proyecto en la entidad que lleva su nombre.

Yunus Brasil pretende impulsar la creación de negocios sociales, o sea, empresas que ganan dinero y, al mismo tiempo, favorecen el desarrollo de territorios y comunidades concretas. El caso de Saladorama es claro: se crea una empresa que es, al mismo tiempo, fuente de renta para los empresarios y para los siete habitantes de la comunidad que trabajan en el proyecto. Además, esta empresa fomenta hábitos saludables en entornos donde el consumo de comida basura ha alcanzado cotas elevadísimas en la última década.

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Yunus, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2006, visitó Brasil a principios de mayo para conocer de cerca los proyectos incubados. «Brasil tiene una enorme fuerza creativa. Tiene todos los recursos disponibles para introducir el microcrédito y los negocios sociales. Es preciso preocuparse de los que están fuera del sistema. Y también trabajar para mejorar el sistema», dijo Yunus durante su visita a Brasil. Sus objetivos vitales son acabar con la pobreza, el desempleo y la emisión de dióxido de carbono.

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«De los siete proyectos que estamos acompañando en Río, dos ya han sido validados y están preparados para recibir nuestros fondos. Uno de ellos es Saladorama. Este es el tipo de modelo que queremos expandir en todo Brasil», afirma Rogério Oliveira, fundador y gestor de Yunus Negócios Sociais Brasil, que de momento actúa en Río de Janeiro y São Paulo. La institución ofrece consultoría para empresas, gobiernos locales, fundaciones y ONG. En la actualidad, sigue 22 proyectos en el país con la intención de que sean económicamente viables en el medio plazo.

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Un detalle que llama la atención es que hay otro proyecto de la incubadora de Yunus que está siendo desarrollado desde la favela Santa Marta. Creado por el economista Michel Baitelli y por el administrador Henrique Drumond, Insolar propone la utilización de la energía solar como fuente de energía eléctrica en las favelas pacificadas de Río, para que los beneficiarios puedan reducir sus cuentas de luz en función de la energía generada en el tejado de su casa, a través de paneles fotovoltaicos.

Ambos socios ya han ganado su primera batalla con la compañía eléctrica y van a poder instalar los paneles solares en el tejado de la escuela infantil de la favela Santa Marta. La inversión ronda los 30.000 reales (unos 8.850 euros) e incluye equipamiento, cursos y capacitación de algunos profesionales. «El proyecto va más allá del mero beneficio financiero. Es una forma de mostrar que las personas pueden ser protagonistas de proyectos que pueden cambiar el mundo o, al menos, su ambiente», asegura Drumond.

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Ya sean berros ecológicos, paneles fotovoltaicos o un albergue turístico, el caso es emprender. Y si eso ayuda al desarrollo de la comunidad, mejor aún. «Es alucinante la cantidad de personas que se dedican a los negocios sociales en Brasil. He descubierto un mundo», concluye Gilson, que hoy reconoce sentir una admiración todavía mayor hacia el llamado «banquero de los pobres».

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