La Fonda Garufa acaba de cumplir 23 años, lo que representa todo un logro si se toma en cuenta su humilde origen: un local de poco más de 20 metros enclavado entre una vulcanizadora y una tienda de pinturas.
Mucha gente tiene una leyenda personal en torno a este restaurante, algo así como su “historia” en la que se evoca alguna tarde, una Condesa entrañable o simplemente el placer del vino, porque la clave de este establecimiento reside justamente allí, en ese destello carmesí que se genera en la copa de vino.
En un principio aquello era de muy pocas mesas con un par más en la acera y fue este detalle de las mesas en la calle el elemento detonante de toda una novedad, pues daba la ocasión de gozar del benéfico clima de la ciudad de México.
El menú de aquel primer esfuerzo tenía un tinte ítalo-argentino que marcó con su hierro el fin del siglo: churrasco, pasta, ensalada y vino, mucho vino. Esto es lo que se define como el combo imbatible y aquel trabuco ganador se completaba con la presencia de las meseras más guapas del mundo, algo que más de un comensal dijo en voz alta.
Así comenzó aquello y no de otra manera; lo sencillo, lo óptimo y lo bonito en plena calle.
Los desayunos fueron tal vez un punto de quiebre en su historia, es algo que aconteció en torno al año 2000 y marcó el inicio de una panadería prodigiosa junto a una interpretación legítima de la cocina mexicana.
No es preciso entrar en detalles ya que el estado de salud que se respira actualmente en esta casa lo dice claramente. Hay aquí un paradigma de pertinencia y de trabajo con una carta en la que aún pueden verse algunos ejemplos de aquellos primeros pasos como los manicotti pomarola, de berenjena y queso ricotta, es una delicia ortodoxa; o el clásico Filete Jaime, un corte de res a la parrilla servido con mantequilla de berros con guarnicion de espinacas y champiñones, pues la carne siempre ha sido su especialidad.
Pero estos platillos conviven con propuestas de signos muy variados, como el cebiche de pozole verde, que es un platillo diferente, fresco, sorprendente por su mesura y su categoría; los tacos de jaiba suave o la lengua en salsa verde, versiones afortunadas de platillos notables en una carta ecléctica capaz de satisfacer un capricho radical. En el renglón de las bebidas debe anotarse que la oferta es completa y su lista de vinos es amigable, brindando oportunidades tanto al conocedor como al principiante, al abrochado y al garufa…
Con 23 años a cuestas es natural que existan dos hijuelas en las Lomas y en San Ángel. Es verdad que el lugar se ha transformado pues actualmente su salón principal es una terraza privilegiada, pero hay algo que no ha cambiado a lo largo de estos 23 años: la evocación del gusto, la presencia de lo placentero, la manera tan fácil como el tiempo pasa y devora la tarde…