Algunos los sirven muy calientes, otros los hemos probado más bien tibios, algunas manos mágicas los fríen en mantequilla, cualquiera de sus versiones, preparar blintzes es una gozada dulce para el cuerpo.
Son clásicos de la cocina judía y se podrían definir como unas crepas rellenas de un particular y delicioso queso y acompañadas con salsas de frutas o de otros dulces.
Primos de los ‘blinis’ rusos, de los ‘pancakes’ nórdicos y de las crepas francesas, los blintzes se sirven en celebraciones especiales como Chanukah, Sabbath y Shavuot, y aunque nuestra versión favorita es la dulce sabemos también que hay (como sucede con las crepas), recetas con rellenos salados y al horno.
Volvamos al relleno. Los tradicionales blintzes dulces están rellenos de un queso bastante artesanal que podríamos definir como un hermano del requesón. Algunas veces pueden enriquecerse con sabores y aromas adicionales como ralladura de limón, un poquito de vainilla y hasta polvo de cocoa.
Pero la receta que hoy les compartimos es una muy clásica de restaurantes a los que fuimos en la infancia, polacos en su mayoría, y a los que gozábamos asistir, únicamente por el postre.
Cuando los preparamos en casa el requesón o el queso ricotta son nuestros rellenos de cabecera, aunque hay gente que los hace con queso cottage, mascarpone o hasta queso crema (un poco endulzado).
La ventaja de preparar blintzes, además de su maravilloso sabor, es que ya listos y apilados uno con otro, se pueden congelar y tenerlos siempre a la mano para satisfacer cualquier antojo de media tarde -o de media noche-.
Para los blintzes
Para el relleno de los blintzes
Para la salsa de blueblerries