¿Comer en Puebla? La tarde era luminosa y los volcanes brillaban frente a los ojos como en una pintura, desde la carretera se podía ver que la ciudad de Puebla de alguna manera decía: “Vengan a comer”.
La idea de matar dos pájaros con de un tiro seduce a cualquiera: ¡Vamos a El Mural de los Poblanos!
Como este restaurante está ubicado en el centro de aquella ciudad se tiene el privilegio de adentrarse en uno de los ámbitos urbanos más hermosos de México, pues sus calles son un verdadero espectáculo y ello es un premio más a la visita.
El establecimiento ocupa el patio de un edificio histórico, provisto de mesas muy bien montadas y en el piso superior hay varios salones, es un lugar clásico, bien dispuesto y cómodo ocupado por familias comiendo, bebiendo, disfrutando la visita.
Llega entonces un tarro de pulque blanco, natural, muy fresco en su temperatura y también en su elaboración; a su lado un vasito de mezcal poblano, gajos de naranja, sal de gusano y se impone la pregunta: ¿Así es aquí siempre?
Después de unos tacos de lechón (de auténtico campeonato) se hace presente en la mesa la cemita de chalupa, es en efecto una pequeña pieza del característico pan poblano que en su interior lleva un par de chalupas recién salidas del comal: diminutas tortillas de maíz paseadas por manteca, con algunas hebras de carne de cerdo por encima y salsa fresca.
Aunque suene como algo extraño, este antojito no es un invento surgido de la nada pues se trata de la prima de una familia mexicana, es pariente de la torta de tamal conocida como guajolota, o quizá tenga aún más relación con la tecolota, la torta de chilaquiles. Esta cemita es una delicia, por su pequeñez, por su novedad y porque en su concepto es redonda.
Otra gran idea permite al comensal probar distintas especialidades de la casa: carne de pollo muy suave que se presenta en pequeños tazones en cinco salsas distintas: pipian verde, pipian rojo, mole poblano, manchamantel y adobo. No hay manera de escoger una sola y la presentación es excelente.
Para cerrar, hace acto de presencia el mole de pápalo de la tía Asela, un platillo ejemplar. Podría pensarse en primera instancia que se trata simplemente de un codillo de cerdo en salsa verde con su platito de frijoles negros de la olla y tortillas de mano a un costado. Pero el paladar es sabio y al probar esta delicada carne que se deshace con el tenedor, impregnada con una salsa de textura envidiable, de inmediato se perciben aromas y sabores de una gama superior.
Hay en este plato una herencia cultural importante y la interpretación del guiso es ejemplar, porque uno podría hablar bien de las cocinas familiares y sin embargo descubrir algún defecto, aquí en cambio se dan las cosas de manera que el guiso recuerda a las casas y a la vez, por su refinamiento, a los mejores restaurantes.
En este establecimiento se presenta la cocina poblana de un modo clásico, es regional por sus ingredientes y por el afán de preservar una tradición, pero lo que aquí se ofrece no es nada más lo típico, lo que se come es más bien la esencia antigua de una gastronomía importante.
Mejor ni hablar de los postres —como el helado de pinole— de un servicio bien entrenado, un bar completo, un extenso menú que obliga al visitante a volver, que despierta el deseo de volver para agotar esa lista poblada de antojos. ¿Comer en Puebla? ¡Sí, por favor!
Dirección: Calle 16 de septiembre 506, Centro Histórico, Puebla.
Teléfono: (222) 242 05 03 y 242 66 96
Sitio web: www.elmuraldelospoblanos.com
Twitter: @muralpoblanos
Facebook: Mural de los poblanos