A lo largo de los siglos, el ajo ha sido una especia culinaria muy apreciada y no es para menos con todos su beneficios.
Hace parte de la familia de las liliáceas, así como el puerro, la cebolleta y las chalotas, que también se distinguen por su fuerte aroma y sabor.
Es una de las plantas que ha sido cultivada por más tiempo y su uso antecede a la historia escrita.
Registros en sánscrito documentan al ajo y sus beneficios desde hace aproximadamente 5.000 años.
La leyenda cuenta que los faraones egipcios lo valoraban mucho y que a los esclavos que construyeron las pirámides les daban una ración diaria para que se mantuvieran sanos y fuertes.
A lo largo de la historia, se le ha considerado un remedio confiable para epidemias como cólera y tuberculosis. Como cura para la infección, se ha usado contra virus, bacterias y hongos.
Se le llamó “la penicilina rusa”, para denotar su propiedades antibacteriales.
En la Primera Guerra Mundial fue usado como antiséptico para limpiar y curar, y para tratar la diarrea causada por las malas condiciones sanitarias en las trincheras.
Algunas molestias, como las verrugas o las picadas de insectos, pueden responder bien al aceite de ajo o a la aplicación de un diente de ajo crudo machacado.
La superstición ha acreditado al ajo con la habilidad de apartar, además de la enfermedad, a los espíritus malignos.
Y hay historias, versos y folclore que aseguran que el ajo es capaz de proteger contra los vampiros.
Para ello, aconsejan colgárselo del cuello o ponerlo en una ventana, y las olorosas flores de la planta los mantendrán lejos.
Se piensa que muchos de los efectos terapéuticos percibidos se deben al ingrediente activo, la alicina.
Este compuesto contiene sulfuro, que le da al ajo su distintivo aroma y sabor acre.
El picar o machacar ajos supuestamente estimula la producción de alicina.
Sin embargo, cocinarlos presuntamente inhibe algunas de sus propiedades medicinales.
Consejo: si va a comer ajo crudo pero odia el regusto, trate de masticar perejil, pues es muy bueno para refrescar el aliento.
La investigación moderna se ha enfocado en los beneficios del ajo para reducir el riesgo de enfermedades cardíacas, los niveles de colesterol y cáncer.
Varios estudios indican que el ajo hace que sea menos probable que las plaquetas o trombocitos -las células involucradas en la coagulación de la sangre- se adhieran a las paredes de las arterias o se amontonen.
Así, actuaría como un anticoagulante, por lo que reduciría el riesgo de ataques al corazón.
También se están estudiando extensivamente los componentes sulfurosos por su habilidad de inhibir las células cancerosas y bloquear tumores lentificando la replicación del ADN.
Es posible además que el ajo baje un poco la presión arterial, principalmente por su capacidad de dilatar los vasos sanguíneos.
El ajo presenta pocos riesgos y las alergias son raras. Si se usa para controlar el colesterol, hay que chequear los niveles cada tres meses.
La cantidad recomendada de consumo diario es de entre medio a un diente.
Nota: algunas personas pueden experimentar indigestión, gases intestinales y diarrea si comen mucho ajo.