Durante años la grasa ha sido responsabilizada del sobrepeso y algunas enfermedades cardiovasculares, pero lamentamos decirles que existe otro villano en la historia, el azúcar. 

Si bien es cierto que las grasas contienen más calorías que los azúcares, ya que las primeras tienen nueve calorías en cada gramo y los segundos tienen sólo cuatro, el azúcar es almacenada en nuestro cuerpo de forma limitada, por lo que cuando nos sobrepasamos, el exceso es almacenado como triglicéridos, es decir, como grasa que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. 

La otra mala noticia es que los alimentos que contienen más hidratos de carbono y más azúcares refinados, se convierten rápidamente en grasa corporal, y aquellos que son muy procesados son los que más lo contienen. 

Es por ello que hay que prestar especial cuidado en los alimentos etiquetados como “light” o “bajos e grasa”, ya que sí podrían ser bajos en grasa pero a cambio son enriquecidos con grandes cantidades de azúcar para no alterar su sabor. Por lo que en definitiva, no resultan más saludables. 

El problema con el azúcar, es que genera una gran dependencia, tanto a nivel cerebral como corporal. Consumir azúcar da una sensación muy placentera que nos hará más difícil el proceso de dejarla, pero es algo que debemos tomar muy en serio. 

Lo importante es no hacerlo de golpe ni eliminarla por completo de la dieta, sino ir reduciendo las cucharadas en el café o preferir la morena a la refinada, de esta forma bajaremos los niveles de grasa en el cuerpo. 

Con todo lo anterior no queremos decir que comer mucha grasa tenga menor impacto en el organismo que ingerir azúcar ni mucho menos, sino que hay que incluir todos los grupos de alimentos en nuestra dieta para que ésta sea lo más balanceada y saludable posible. La clave se encuentra en la cantidad de grasas y azúcares que consumimos, si nos moderamos nuestra salud no correrá ningún riesgo.